Álvaro Cepeda Neri
Acababan los días del “profe” Humberto Moreira (el de los anuncios por televisión, donde agrandan más su carota con su dentadura de lobo feroz, sobre la Caperucita Roja de los más de 30 mil millones de pesos que deben pagar los coahuilenses), o los del peñapriísmo
estaban contados, ya que al desprestigio que endosó a ese partido más
que sexagenario de cuyos 66 años por cumplir, estuvo en el poder
presidencial 54 (mientras el Partido Acción Nacional a duras penas lleva
casi 12), puede cambiar su destino inmediato (si es que la política
siempre es presente) con nuevos descalabros en vísperas electorales.
Moreira, expresidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por obra y gracia de Enrique Peña Nieto (quien también contribuye con errores garrafales a su causa), puede hundir a ese partido, ya que lo que más irrita a la población es la corrupción e impunidad que Moreira arrastra como desgobernador de Coahuila.
La deuda pública coahuilense era de 300 millones de pesos, antes de
Moreira. Ahora es de más de 30 mil millones, y hasta con documentación
falsa (como demuestran los recibos e información, en el periódico Reforma), exhibe un botín donde metieron las manos los dos Moreira y el sustituto.
El PRI o los PRI: el de Manlio Fabio Beltrones y el de Peña, resisten la crisis de ese manoteo, donde los involucrados se embolsaron
dinero público, pues hasta el momento no hay pruebas de que los 30 mil
millones de pesos se hayan utilizado para obras en la entidad. Fueron
pillados en la maniobra de corrupción porque Ernesto Cordero, como
secretario de Hacienda y Crédito Público, entregó esa cantidad y Felipe
Calderón, los que sabían del asunto, esperaron para dar el golpe que ha puesto en jaque al PRI.
A Moreira lo pusieron en ese partido, por un acuerdo mafioso de
Elba Esther Gordillo y Peña Nieto, con testigos de deshonor: Carlos
Salinas de Gortari, Emilio Chuayffet, Francisco Rojas, Arturo Montiel y
el resto del Grupo de Atlacomulco. Y como Moreira se creía intocable, no
le dio importancia a los 30 mil millones de pesos. No contaron con que
Calderón-Cordero esperaban el momento para la puñalada. Ahora Moreira, en la cuerda floja, se tuvo que ir o el PRI se iba al des-peña-dero.
En el actual desprecio por los partidos y que postulan a lo peor de
sus aspirantes, cualquier tropiezo puede provocar que los votantes no
ejerzan su derecho y obligación de sufragar y opten por el
abstencionismo que, en las últimas elecciones, ha adquirido popularidad.
La corrupción de Moreira y la impunidad que prevalece para no
fincar responsabilidades a los de “arriba”, como el que ya en los cargos
públicos no cumplan con sus compromisos electorales, hace que ir a
votar carezca de motivación. Y sin votos la democracia cancela su punto
de partida.
Moreira fue destituido y si el PRI quiere empezar a mostrar su renovación debe de echar por la borda a todos sus Moreira o se des-peña-rá al cuarto para las doce.
Varios lectores están en desacuerdo, critican y descalifican que entre
Beltrones o Peña se postule el sonorense; pero éste no está vinculado
con el peñismo ni el moreirismo que representan lo peor de uno de los
dos PRI.
*Periodista
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