viernes, 16 de mayo de 2008

¡¡SI QUE HUELE FEO!!


¡¡Exijamos lo Imposible!!

Qué feo huele... el petróleo/VI

En el debate sobre el petróleo que tiene lugar en el Senado ha surgido el tema más interesante: la privatización de la industria petrolera mexicana. El PAN sostiene que en el proyecto del gobierno no existe ninguna privatización. Algunos ponentes que coinciden con las iniciativas de Calderón han dicho que no advierten propuesta privatizadora.

El argumento esgrimido por los defensores de la propuesta oficial es que sólo debe considerarse “privatización” la venta de activos públicos, es decir, el traspaso de propiedades del Estado a particulares. Sin embargo, todos recordamos que la venta de empresas públicas o de participación estatal mayoritaria fue llamada “desincorporación”, pero jamás privatización.

La definición oficial sobre privatización carece de sustento, pues la venta de acciones en poder del Estado no siempre podría considerarse privatización, aunque tales acciones sean “activos públicos”, ya que el gobierno puede tener propiedades accionarias sin ejercer el control sobre una empresa efectivamente privada. No creo que vender acciones de una empresa privada pueda llevar el nombre de privatización.

Es privatización la apertura al capital privado de actividades económicas antes exclusivas del Estado. No se requiere vender las actuales refinerías para privatizar la refinación. Basta con que las trasnacionales construyan y operen refinerías nuevas para que se considere que esa parte de la industria petrolera ha sido efectivamente privatizada. Toda actividad exclusiva del sector público, cuando se abre a los capitales privados, sufre un proceso de privatización.

Eso es justamente lo que propone Calderón, tal como quedó claro en el debate de ayer.

Podría decirse lo mismo de los contratos con tarifas “determinables” que el gobierno está planteando para explorar y explotar petróleo.

La experiencia de la industria eléctrica salió a relucir ayer en el Senado. El servicio público de electricidad es exclusivo del Estado, pero la CFE compra energía a productores privados para distribuirla y comercializarla, con lo que más del 30 por ciento de esa actividad exclusiva y estratégica se ha privatizado, sin la menor duda, en contra de la Constitución.

Cuando hay conceptos evidentes que se tratan de enredar lo que tenemos es un intento de engaño. Esta es una característica del proyecto petrolero de Calderón.

Se han planteado en Xicoténcatl otros muchos elementos de debate. Mas llama la atención que los ponentes que defienden el proyecto del gobierno se muestran también inconformes, ya que consideran que la reforma debe permitir mayores privatizaciones para estar a la altura –dicen—del mundo actual, la modernidad, etc. Se niega, de tal manera, que lo antiguo eran los monopolios y oligopolios privados de energía y lo verdaderamente moderno es el monopolio público de la energía.

En 1917, el Constituyente rompió con el criterio de que el dueño del suelo lo era también del subsuelo, el cual hoy sólo pervive en Estados Unidos. Esa fue una modernización jurídica. Después, el Estado mexicano expropió los bienes de las compañías extranjeras concesionarias y prohibió las concesiones y, más tarde, los contratos. Hoy, el mundo marcha hacia la integración de entes públicos de energía. ¿Debemos volver al pasado?

No hay comentarios: