¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto1
Falsarios e intolerantes
Manuel Bartlett Díaz
Peña
cierra el año con su secretario de Gobernación y primer policía como
orador en el aniversario de Morelos. El discurso entreteje
interpretaciones artificiosas del héroe e introduce amenazas. Insisten
en hacerse de legitimación histórica, como la falsificación de un
Cárdenas privatizador. Ahora utilizan a Morelos, preclaro insurgente,
destacando características acomodadas a su conveniencia: le era
“inaceptable la desigualdad social” y “apostó a la política, uniendo a
los insurgentes en un congreso para legislar en la pluralidad”. Del
documento Sentimientos de la Nación destacan su afirmación de que la
soberanía del pueblo se deposita en sus representantes, para decir que
ahora es una realidad republicana, que ellos practican, pero omiten los
postulados del mismo documento que condicionaron a ese congreso: “La
buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro congreso
deberán ser tales que obliguen a la constancia y patriotismo, moderen la
opulencia y la indigencia, se aumente el jornal del pobre” y “que las
leyes comprendan a todos sin distinción de privilegiados”. Morelos
rompió ataduras y enfrentó resistencias, afirma Osorio, para compararlo
con Peña, que también rompió inercias que han mantenido al país en
estancamiento y parálisis.
Falsarios, las que rompió Morelos fueron las del coloniaje y las
resistencias, el imperio español. Peña, al contrario, impone los
intereses neocoloniales que nos han tenido, precisamente, en el
estancamiento y las resistencias a sus reformas son las auténticas
mayorías fuera de su Congreso, ni por asomo el de Morelos, ni el creador
de la buena ley contra la opulencia y la indigencia, más bien solapador
de los privilegios.
Las amenazas. Después de alabar sus reformas constitucionales,
destinadas —dice— a que los mexicanos tengan mayores oportunidades,
advierte que esto no se logrará con “descalificaciones o estridencias”,
con lo que descalifica a la oposición; “este gobierno seguirá abierto a
escuchar a todos”, pero deja claro que sólo escuchará a los que quieran
ser parte de la edificación de ese México que su gobierno impone, y
finalmente el policía mayor espeta: “Pero que nadie se confunda:
tolerancia es gobierno; tolerancia también tiene límites; y tolerancia
también es firmeza (...) No permitamos que la desinformación genere
confusión y falta de participación”.
La tolerancia contiene un elemento de condena en su significado,
diferente a libertad e igualdad; sus alternativas son persecución y
supresión del elemento considerado negativo, deriva de aquella
intolerancia dogmática religiosa, que ante su verdad absoluta sostiene
que tolerar afirmaciones en su contra es tolerar la falsedad; la herejía
como la disidencia resultan crimen, revuelta contra de la autoridad
legal, que abre el camino a la anarquía, la inquisición fue su solución.
Más cerca, la intolerancia es macartismo, espionaje, acallar la
libertad de expresión. La afirmación de Osorio, “la tolerancia es
gobierno”, es falsa, la única razón del gobierno es garantizar los
derechos humanos apegándose a la ley; con su admonición de que “la
tolerancia también tiene límites” nos advierte que él, secretario,
fijará los límites, no la ley, concluyendo: “la tolerancia es también
firmeza”. ¿Se refiere a sus legiones de policías, tanques, gases y
espionaje? ¿Se refiere a la protesta magisterial defendiendo sus
derechos; a quienes afirman que sus reformas son regresivas,
antidemocráticas; a quienes creen —equivocados, diría Osorio— que es
mentira que la reforma es para que el sector energético sea más nuestro
que nunca?
Cómo se atreven a decir: “no permitamos que la desinformación genere
confusión y falta de participación”, cuando Peña y Osorio desinforman,
engañan, pagan demagogia y mentiras, y amenazan a quienes no aprecian la
ideología transformadora de Peña y Osorio como verdad absoluta:
herejes, disidentes, “nacionalistas hipócritas”, pero millones.
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