Homozapping
La conjura mediática-empresarial contra la mariguana
Jenaro Villamil
Casi 75 años después que el Congreso de Estados Unidos aprobara medidas para inhibir el cultivo del cáñamo y de la mariguana, así como la prohibición de su consumo, en el territorio norteamericano y en varios países de América Latina, destacadamente en Uruguay, comienza la vuelta de tuerca para despenalizar a la mota.
La historia de la prohibición de la
mariguana es un típico ejemplo de la mezcla entre la manipulación
mediática, el interés económico y las amibiciones políticas que
surgieron en los años treinta en Estados Unidos con un personaje
central en la trama: el magnate William Randolph Hearst, el empresario
que inspiró a Orson Welles para la parodia cinematográfica que lo
consagró, El Ciudadano Kane.
Randolph
Hearst desde finales de los noventa en el siglo XIX había demostrado su
capacidad de presión y manipulación al empujar a Estados Unidos en la
guerra con España por el control de Cuba.
Hijo de un rico magnate ranchero, sin
mayor experiencia en el periodismo, Randolph Hearst se convirtió en el
dueño de la mayor cadena de periódicos y revistas en Estados Unidos,
destacadamente, San Francisco Examiner, Chicago Examiner, Washington Times, Chicago Herald, y las resvistas Harper’s Bazar, Cosmopolitan, entre muchas otras.
Conservador, aliado a causas nada
elegantes como el apoyo a movimientos neonazis, Randolph Hearst decidió
en los años treinta apropiarse de la mayoría de los aserraderos y
monopolizar la producción de papel, a través de otras empresas
relacionadas a esta industria.
En los años treinta, el papel se obtenía
por dos vías: por cáñamo o planta de la mariguana, que requería de uso
intensivo de mano de obra para el cuidado y recolección de la planta, y
por la madera. La creación a finales de los años veinte de un nuevo
método de descortezador mecánico del cáñamo permitió que la obtención de
papel por esta vía fuera más rentable y compitiera con la madera.
Los intereses de Hearst se asociaron a
los de la poderosa empresa química Dupont, dueña de la patente de ácido
sulfúrico, utilizado para procesar la plasta de papel obtenida por la
madera. Además de este método, Dupont tenía otro objetivo para eliminar
el cáñamo: imponer sus fibras sintéticas en la industria textil.
Especialmente, el nylon y el rayón que competían con la mariguana,
utilizada también en la industria textil por su resistencia.
Dupont tenía un contacto poderoso:
Andrew Mellon, presidente del Mellon Bank, su financista. La sobrina de
Mellon estaba casada con Harry Arslinger, recién designado en 1931
comisionado del Departamento Federal de Narcóticos de Estados Unidos.
Hearst emprendió desde esa fecha y,
especialmente, en 1935 una intensa campaña para demonizar el uso de la
mariguana –“propio de negros y gente del jazz”-, así como para enarbolar
banderas de la moral, el patriotismo y las buenas costumbres, típicas de
los blancos, anglosajones y protestantes que encabezaba el magnate.
La campaña mediática de Hearst estuvo
acompañada de un intenso cabildeo en el Congreso de la poderosa empresa
Dupont y de los intereses de Arslinger. Sin aportar mayores pruebas más
que creencias y prejuicios, el comisionado federal antinarcóticos afirmó
ante los congresistas norteamericanos que la mariguana intoxicaba a los
ciudadanos.
No importó la reciente mala y fallida
experiencia de la prohibición del alcohol en Estados Unidos que acabó
beneficiando a las mafias de Chicago y Nueva York. Al contrario, esas
mismas mafias comenzaron a coincidir en la ilegalización de la
mariguana: se abriría un nuevo mercado clandestino que redituaría por el
alto precio.
Lograron su objetivo en 1937. Desde entonces, la nación norteamericana proscribió la mariguana.
Ahora, en 2014, Colorado y Washington
comenzaron a romper ese círculo de prohibición que tanto daño ha hecho a
Estados Unidos y, sobre todo, a México.
Una historia que es necesario revisitar.
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