La Jornada
Ciudad Perdida
Maestros, conflicto federal
Miguel Ángel Velázquez
El supuesto –creado a
partir de las quejas reales de algún número de restauranteros y la voz
de una serie de microfoneros encargados de proteger cualquier interés
contrario a las mayorías– es que los maestros, acampados en parte de la
plaza que rodea el Monumento a la Revolución, son el gran problema de
los habitantes de esta ciudad, y del gobierno de Miguel Ángel Mancera, y
sí, pero no tan así.
Para no ir más lejos, el gobierno de Peña Nieto, sabedor de que no habría de dar salidas a los reclamos de los maestros, dejó en manos de Miguel Ángel Mancera el problema, seguro de que el jefe de Gobierno recurriría a la represión o bien caería en las provocaciones de los mismos maestros y se lanzaría en su contra, con la misma consecuencia por lo que hace a los dos opciones: el desprestigio de la izquierda en el gobierno y, junto a esto, la exhibición de la supuesta ineptitud política de Mancera para resolver el asunto.
No fue así. Por algún motivo que desconocemos el gobierno de la ciudad de México se dio cuenta de que la CNTE no es el problema, que lo que nadie quiere decir, lo que se oculta, lo vivimos en el DF, es el resultado de la imposición, y que no son los maestros el origen del problema, aunque, sin duda, el GDF tiene la obligación de impedir que el conflicto crezca de tal manera que sí se convierta en algo incontrolable, como pretende el gobierno de Peña Nieto y no quede más que la represión como salida.
Ya es hora de que el gobierno Federal, el que encabeza Enrique
Peña Nieto, tome su responsabilidad en el conflicto, que no siga con la
construcción de otra mesa de dilación que no tiene más objetivo que
irritar, aún más, a los directamente afectados por la imposición, y que
deje, de una vez por todas, de suponer que Miguel Ángel Mancera dará la
orden de usar la fuerza en contra de los maestros.
Sería muy grave para la ciudad, es decir, para la mayoría de sus habitantes, que más allá de lo dicho y hecho, ahora nos resultara que el gobierno electo se dispusiera a hacerle el trabajo sucio a Peña Nieto, y se cancelara, desde el DF, el derecho ciudadano a protestar en contra de las imposiciones del gobierno federal. Es decir, que Mancera callara la boca de los que protestan para que Peña Nieto no reciba más reclamos.
Puede ser que desde muchos frentes Mancera sea atacado por no usar a la policía de la ciudad para acabar con la protesta de los maestros, pero también deberá estar seguro de que la gran mayoría de la gente que votó a su favor sabía, de todas todas, que él, Mancera, sería un gobernante de izquierda, y la izquierda en México no reprime. Nada más.
Sería muy grave para la ciudad, es decir, para la mayoría de sus habitantes, que más allá de lo dicho y hecho, ahora nos resultara que el gobierno electo se dispusiera a hacerle el trabajo sucio a Peña Nieto, y se cancelara, desde el DF, el derecho ciudadano a protestar en contra de las imposiciones del gobierno federal. Es decir, que Mancera callara la boca de los que protestan para que Peña Nieto no reciba más reclamos.
Puede ser que desde muchos frentes Mancera sea atacado por no usar a la policía de la ciudad para acabar con la protesta de los maestros, pero también deberá estar seguro de que la gran mayoría de la gente que votó a su favor sabía, de todas todas, que él, Mancera, sería un gobernante de izquierda, y la izquierda en México no reprime. Nada más.
De pasadita
Con el muy buen pretexto de las festividades de fin de
año, Luis Castro Obregón, dirigente del Panal, partido que fundó Elba
Esther Gordillo, se fue a dar alguna vuelta por Europa o, para ser más
claros, por España, donde la pasó haciendo consultas con líderes
poíticos para pedir consejo sobre lo que se tiene que hacer para salvar a
la ex líder del magisterio. Ni modo, aún le late por ahí el corazoncito
a Castro Obregón, pero no quiere que nadie se entere.
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