La facción ultrafanática de la Casa sobre la Roca
Álvaro Cepeda Neri
En épocas oscuras por las crisis económicas y sociales, no se diga políticas, como la que vive nuestro país, con su nación a bordo, debido a gobernantes mediocres que tienen a la nave estatal a la deriva –con una pobreza en todas sus manifestaciones, que arrastra a no menos de 80 millones de mexicanos; con enfermedades mil que no atienden los casi inexistentes servicios de salud pública y las medicinas (alópatas, genéticas, homeopáticas y similares) cada vez más en el torbellino de los altos precios; con un desempleo creciente y una población joven capturada por los narcotraficantes, víctimas de la drogadicción y prostitución; con escuelas públicas que cada año escolar rechazan a millones y etcétera– aumentan las salidas falsas de la metafísica religiosa. Por eso es que las iglesias se disputan a los creyentes, no para darles consuelo (aunque hay sus excepciones), sino simplemente para hablarles del final del mundo y ofrecerles refugio para bien morir y aguantar a los malos gobiernos.
Los panistas más recalcitrantes, desde la facción que se alzó poderosa con Fox y permanece con Calderón: El Yunque (uno de sus prominentes dirigentes es César Nava, quien fuera secretario privado de Calderón; actualmente es diputado federal y pájaro de cuenta a su paso por la dirección jurídica de Petróleos Mexicanos). Bravo Mena, candidato del Partido Acción Nacional a la gubernatura del Estado de México, es otro de sus miembros. Y así no pocos calderonistas. También ha recibido apoyo para expandirse la secta bajo el nombre de una figura bíblica La Casa sobre la Roca, que preside el presidente del Instituto Nacional para la Atención de las Personas Adultas Mayores y que utiliza, con su esposa y demás propagandistas, para llevar agua a su molino. Otra es la diputada federal Rosi Orozco, quien, con otros de esa secta, recibe apoyo de Calderón, y éste hasta aparece en un portal de internet dándoles la bendición presidencial.
Entre los derechos individuales asentados en la norma de conducta constitucional, para incluso ejercerse colectivamente, están los derechos de libertad “para profesar la creencia religiosa… practicar las ceremonias, devociones y actos del culto respectivo (y dichos actos) se celebrarán ordinariamente en los templos”. Pero la separación del Estado y las iglesias que fundamenta el principio de gobiernos y gobernantes sujetos al carácter laico les exige no adoptar ninguna religión en sus funciones ni conceder privilegios a ninguna (consultar el ensayo Laicismo, en el Diccionario de política, de Bobbio y Matteuci). Así que el estar favoreciendo, con cargos públicos de nombramientos y de representación (engañando a los electores), es abuso de poder. Haber ido a la canonización papal, por parte de Calderón, es un acto antilaico, pues no fue a una visita al jefe de Estado de El Vaticano, sino a una ceremonia religiosa. Y el que la secta de la Casa sobre la Roca esté recibiendo apoyos de los gobiernos panistas es un abierto desafío al Estado laico mexicano.
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