domingo, 3 de abril de 2011

La consigna es explotar al trabajador

¡¡Exijamos lo Imposible!!
El PRI contra el salario y el empleo
Arnaldo Córdova

Los dos elementos básicos de la economía, tal y como la pensó Adam Smith en la segunda mitad del siglo XVIII, son el salario y la ganancia. Dado el sistema económico de Inglaterra, se debía agregar la renta de la tierra. El salario, como es bien sabido, es la remuneración que toca al trabajador; la ganancia es el beneficio que la producción da al capital. La economía, según Smith, era un diseño racional de la actividad productiva de la sociedad, en el que todos salían ganando. Si así estuvieran las cosas, éste, de verdad, sería un mundo feliz. Por desgracia, las cosas están muy lejos de ser tan perfectas.

En este vil mundo real en el que nos ha tocado vivir las cosas son terriblemente diferentes. Lejos de lo que pensaba Smith, siempre hay alguien que piensa en robar al otro para aumentar su beneficio hasta el límite posible. Nadie se contenta con lo que la naturaleza le ha asignado. Los trabajadores se darían por muy bien servidos si recibieran el salario que merecen, dada su contribución al proceso productivo. Pero el caso es que todo el tiempo ven cómo los patrones se echan sobre el salario, tratando siempre de reducirlo lo más que se pueda para aumentar desmesuradamente sus ganancias, a costa del bienestar del trabajador. Eso lo vemos todos los días.

Se alega siempre el tema de la competitividad. Todo mundo sabe que la competitividad se logra a base de buena tecnología y la reducción de costos en el proceso productivo. Pero nuestros patrones no saben otro camino que protegerse bajo el escudo del Estado y hacer añicos la economía familiar del asalariado. Vale decir, reduciendo al infinito su salario. Y en eso el PRI ha estado siempre a la vanguardia. Ya he recordado que, en alguna ocasión, cuando gobernaba Salinas, en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, los mismos patrones, al sentir que sus ingresos aumentaban, propusieron un aumento en el salario mínimo. El gobierno dio el manotazo en la mesa y determinó que eso no procedía.

La propuesta priísta de reforma laboral sigue en esa línea traidora a los intereses de los trabajadores y de sumisión a la patronal. Un modo de violar la integridad del salario real es pasar sobre la estabilidad en el trabajo. En el viejo derecho del trabajo, que está por periclitar, la garantía última de los derechos de los trabajadores se fijaba en los contratos colectivos de trabajo. Salario por tiempo de trabajo, jornada máxima de labores, ocupación fija para los trabajadores, prestaciones laborales, todo ello y otras cosas quedaban establecidas en el contrato. En la iniciativa priísta el contrato colectivo de trabajo ya no sirve para nada.

Las relaciones de trabajo se convierten en un asunto puramente individual del trabajador y deja de ser asunto de la colectividad de los trabajadores, su sindicato. En el viejo derecho del trabajo, era el sindicato el que, a través de su contrato colectivo, fijaba las normas, negociándolas con el patrón o su representante legal, que regirían la relación de trabajo. La iniciativa priísta, como ya antes la del panista Lozano, deja todo a la voluntad del patrón: él decide el tiempo en el que un trabajador laborará y, desde luego, sometido a escrutinio (si sirve o no para el puesto de trabajo) y calificado luego de un cierto tiempo (seis meses). Deben cumplirse, exactamente, los seis meses. Un día antes, el patrón puede echar a la calle al trabajador, porque no sirvió o no le satisfizo.

Todo ello implica pagar un salario condicionado a los buenos resultados de la prueba; pero también a los intereses concretos del patrón. Eso se puede hacer con todos los trabajadores, incluidos aquellos que ya cuentan con una buena preparación profesional. De eso la iniciativa priísta no dice ni media palabra. Se trata de un salario de prueba, vale decir, inferior a los estándares legales y sin garantía. Y aquí entramos a un tema que todos los economistas señalan: salarios bajos quieren decir casi siempre altas ganancias. Nuestra economía, aunque no al nivel de la china, se ha sostenido debido a los bajísimos salarios que los patrones pagan.

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