No tenemos políticos ni gobernantes, pero sí espectáculos
Álvaro Cepeda Neri
22 abril 2011
Para ser más objetivos sobre lo que pasa en todo el país, debe decirse que no tenemos gobernantes, políticos ni empresarios. Los que ocupan un cargo político-administrativo, supuestamente de representación? presidentes municipales, gobernadores y la misma Presidencia de la República? han abandonado sus obligaciones. Andan a la rebatiña electorera, incluidos los dirigentes de los partidos que, con sus grupos entrados en dimes y diretes, se insultan unos a otros. Mientras han convertido la administración pública en un botín para enriquecerse y hacer sus apartados para autopostularse en las diferentes candidaturas. Y los empresarios, empezando por los cabecillas de negocios que engañan y despojan a los usuarios con sus servicios de telefonía y televisión, dan un enfrentamiento por la rapiña de las telecomunicaciones.
Estamos atrapados como nación por las ambiciones desbordadas de unos contra otros; enfrascados en una disputa donde todos concurren a la corrupción económica y política; abusando de los poderes legales y legítimos o esgrimiendo poderes fácticos, con cuyas armas se atacan, mientras siguen los baños de sangre que cobran miles de vidas, desaparecidos y violaciones a los derechos. Estamos ante la degradación del quehacer político. Y el incumplimiento de las obligaciones administrativas con el creciente soborno para resolver los problemas que la burocracia, policías y funcionarios de todas las instancias no quieren solucionar si previamente no hay la entrega de dinero.
Calderón riñe en público con los gobernadores (lo hizo respondiendo las indirectas de Peña Nieto, en un acto de alardes sobre apoyos a los agricultores y campesinos). Los desgobernadores no cumplen con sus tareas, pero, en cambio, endeudan a sus entidades con préstamos que no se sabe dónde fueron invertidos; aunque se presume que es para enriquecimiento. Los presidentes municipales siguen los mismos pasos. En los partidos se insultan mutuamente.
Excepcionalmente, algunos legisladores federales trabajan, porque en las legislaturas de los estados son servilmente incondicionales de los desgobernadores a cambio de bonos y tajadas presupuestales.
Una delincuencia priva de la vida a niños, jóvenes (la masacre de Cuernavaca, Morelos, es como para que 100 millones de mexicanos hubiéramos salido a las calles y no abandonarlas hasta, como en los países árabes, echar a la calle a los malos gobernantes). La otra delincuencia es la administrativa y política que han pervertido la vida pública a grados de que el malestar social, surgido de la pobreza, el desempleo y la violencia de la inseguridad, empieza a desbordarse. Narcos, políticos, matones, burócratas, policías y militares tienen sitiada la nación, mientras las instituciones se desmoronan poniendo en crisis al Estado, que está en manos de gobernantes sin escrúpulos que pisotean la Constitución. Es la hora del desgobierno judicial, administrativo y legislativo, porque todos hacen lo que quieren y el país es un botín.
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