miércoles, 13 de abril de 2011

Ahora AMLO es capaz de todo

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Edomex: juego de palabras
Ricardo Rocha

Como pocas veces, en estos días hay tantas coincidencias sobre un asunto polémico. Llama la atención cómo plumas muy diversas y desde trincheras distintas y habitualmente antagónicas coinciden, sin embargo, en el diagnóstico: la consulta fue un mandato democrático al que se debió obedecer irremisiblemente, el rechazo perredista a la alianza con el PAN fue un grave e imperdonable error estratégico, López Obrador es el truculento ganador, Ebrard el rebasado perdedor, Encinas se arrepentirá toda la vida y Peña Nieto brinca tanto de gusto que hasta se ha olvidado del gel de cada mañana.

Yo no estoy de acuerdo. O como brindaría el bohemio aquel: ¡siento por esta vez no complaceros! Y tal cual diría el horrendo Jack, vamos por partes: en primer lugar, es notable la ambivalencia con que sus malquerientes se refieren a Andrés Manuel, un día está acabado políticamente pero al siguiente es capaz de manipulaciones sólo dables en un todopoderoso; tampoco creo que Marcelo sea el gran derrotado, él siempre dijo que iba con Encinas con o sin alianza o… ¿alguien alguna vez propuso un candidato distinto? En lo que hace a Encinas, no creo que se arrepienta jamás, él es él y su ideología, gane o pierda una elección; en cuanto al gel de Enrique, creo que es un consejo de su estilista, pero no lo imagino tan fatuo de creer que la elección de gobernador en el Estado de México la tiene ganada pase lo que pase. Y que nada impedirá que sea presidente de este país.

Y es que, para mí, todavía pueden pasar muchas cosas en la entidad con el voto estadístico más cambiante y competido del país.

Por lo pronto, el PRI tiene un candidato muy fuerte en Erubiel Ávila: doble ganador en Ecatepec, en dos diputaciones locales, sólida trayectoria y arrastre popular. Contará por supuesto con todo el respaldo del gigantesco aparato prieñanietista, pero no si con todo su entusiasmo. Erubiel tendrá doble chamba porque ha de hacer campaña hacia afuera, pero también hacia adentro, con los de la corte de Atlacomulco que no perdonan aún que el plebeyo haya despojado a su príncipe. Y algunos están furiosos al grado de que juran que no moverán un dedo por él. No importa que sea el candidato oficial. Lo que cuenta es que no es de la realeza.

En el caso de Alejandro Encinas, éste también habrá de batallar en varios frentes: primero reconstruir la pedacería perredista y volver a juntar a los Bautistas, los Higinios, los Sánchez y demás microtribus que habían apostado por una alianza cachetona, fodonga y según ello segura ganadora con el PAN; luego habrá de enfrentar el asunto de su residencia legal, que han de impugnarle no sólo los priístas sino los despechados panistas, unos y otros con chicos expedientes; tendrá que aprender a hacer magia con un presupuesto de acaso 100 millones de pesos sumados PRD, PT y Convergenciafrente al 20 veces mayor de 2 mil millones que, nomás para empezar, tienen calculado los priístas mexiquenses, y sobre todo deberá convencer a Marcelo Ebrard, Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas de que hagan a un lado ambiciones y agravios y lo apoyen en los templetes y en los spots. Porque la única posibilidad de triunfo de Alejandro Encinas es encabezar una convocatoria que vaya más allá de los partidos que lo postulan y alcance a la izquierda en su conjunto.

Entre estos extremos el lugar de en medio es para Luis Felipe Bravo Mena. Que no se tiene que pelear con nadie, ni reconciliar con nadie, ni convocar a nadie. Y a quien ni en el PAN le ven posibilidades de victoria. Si acaso 15 ó 20 puntitos de lo que queda del corredor azul. Los cuales, por cierto, sólo podrían ser útiles si cumplen con el triste papel que se le ha asignado al candidato panista desde ahora: defeccionar 15 días antes en beneficio de Encinas e inclinar la balanza no sólo a favor de Alejandro, sino en contra del fenómeno Peña Nieto.

En suma, lo que ocurra y su resultado dependerá de múltiples variables: de qué tan sucia vaya a ser la guerra sucia.

Bueno, eso es lo que yo creo. Y por supuesto que me puedo equivocar. Sobre todo en un país en el que ya puede ocurrir cualquier cosa... cualquier cosa.

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