miércoles, 3 de noviembre de 2010

Ya anda libre el curita pederasta

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Epílogo de un asunto de sotanas

Escrutinio
Juan José Morales

En estos tiempos, el exceso de información periodística es tal que a menudo entre ese cúmulo de noticias se pierden de vista algunas que nos interesan. Fue así como nos enteramos con gran retraso del epílogo de cierto asunto de sotanas al cual nos referimos en esta columna hace casi tres años, el 9 de noviembre de 2007: la condena a seis años de prisión por corrupción de menores de José Luis de María y Campos López, cura de la parroquia de Santa María de Cementos en León, Guanajuato.

Pues bien, hace apenas unos días casualmente supimos que el susodicho cura fue liberado anticipadamente en octubre del año pasado por instrucciones del gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva Ramírez (, el mismo cuyo gobierno encarcelaba hasta por 35 años a las mujeres que abortaran). Se le liberó “por buena conducta” después de haber cumplido sólo la mitad de la sentencia. Y de inmediato, el arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábagoque en su momento lo defendió diciendo que las acusaciones eran falsas anunció que un tribunal eclesiástico decidirá si vuelve a oficiar misa. Por lo pronto, se le reinstaló en otra parroquia de la propia ciudad de León, la de Crucitas, donde se le hizo objeto de un homenaje. Por su parte, el cura Raúl Villegas, titular del Secretariado Diocesano de Comunicaciones de la Arquidiócesis de León, se congratuló de que su colega hubiera salido de prisión. “Estamos —dijomuy contentos con su libertad. Creo que en los años que duró en el reclusorio fue de los más visitados, incluso fue ejemplo para otros reclusos...”

En marzo de 2005, el sacerdote de marras fue inicialmente acusado de haber violado a uno de sus acólitos, pero en el juicio no se probó tal cosa. Unicamente se comprobó el delito de corrupción de menores en perjuicio de tres monaguillos, a quienes exhibía material pornográfico, al cual era aficionado. Por ello se le impuso la pena de seis años de prisión y una multa. Tuvo así la nada envidiable distinción de convertirse en el primer cura mexicano sentenciado por corrupción de menores en nuestro país. Y, como señalamos al comentar el caso, el hecho de que se le hubiera condenado en un estado como Guanajuato, donde el clero tiene una gran influencia, y que lo hubiera hecho el propio Tribunal Superior de Justicia del Estado, dejaba pocas dudas acerca de su culpabilidad.

Su abogado defensor intentó que se anulara la sentencia, alegando, no que no fuera inocente sino que el delito de corrupción de menores previsto en el Código Penal para el Estado de Guanajuato que se le aplicó no era claro, dado que no definía de manera certera a qué se refiere con corrupción de menores. El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que rechazó el argumento del abogado y ratificó la pena de seis años de prisión ya que consideró que el delito está claramente definido y no caben dudas al respecto. En efecto, los artículos 236 y 237 de ese ordenamiento jurídico, castigan con penas de prisión y multa a “quien para la fabricación, publicación, reproducción, transportación, posesión o enajenación de cualquier objeto de carácter obsceno, utilice menores de dieciocho años”, a quien “realice exhibiciones obscenas en presencia de menores de dieciséis años”, y a “quien procure, facilite o mantenga en la corrupción a un menor de dieciocho años de edad o de quien no tenga capacidad para comprender el significado del hecho, mediante actos lascivos o sexuales.”

Pero el párroco De María y Campos López ya está en libertad, y tal vez pronto esté de nuevo oficiando misa y reclutando niños y adolescentes para acólitos. Después de todo, como señalamos hace tres años, las sotanas sucias se lavan en casa y la Santa Iglesia es particularmente ducha en dejarlas impecables.

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