¡¡Exijamos lo Imposible!!
“La revolución interrumpida”
Por María Teresa Jardí
Nunca más apropiada la definición de lo ocurrido con la Revolución Mexicana que la utilizada por Adolfo Gilly como título de un libro que alguna vez hasta fue utilizado como libro de texto en las preparatorias de la UNAM, si no me equivoco. Libro que si todos hubiéramos leído y releído, quizá, podría habernos servido para no llegar a un centenario vacío de contenidos. Título que tomo prestado para mi colaboración de hoy. Nunca más presentes los Flores Magón y Belisario Domínguez. Imposible vencer la tentación de releer los artículos y otros documentos de Ricardo y lo leído en el Congreso por uno de los pocos legisladores que con honor denunciara en la tribuna del Congreso a otro usurpador como Calderón.
Imposible no pensar en Ricardo y en Belisario en estos días de inauguraciones, inacabadas, casi todas, pero igual de caras y ostentosas y aunque ninguna se festiva para el pueblo. Y menos mal que Ebrard remozó el Monumento a la Revolución, que si no el centenario nada tendría de recordable para cuando se cumpla el bicentenario. Lo que pasó con el bicentenario de la Independencia en el que al lado del traidor Argumedo desfilaron arañas traídas seguramente de un show de “Las Vegas”. Colonizados que estamos de nuevo. Interrumpida la Revolución por la corrupción convertida en cínica regla del sistema.
Un desfile militar para demostrar la fuerza y lo bien cuidado que el usurpador se encuentra. Un bunker como el de Somoza y sin embargo Somoza está muerto y el FSLN, en Nicaragua, mal gobierna, pero al menos no son los conservadores de siempre los que ahí detentan el poder.
Un veinte de noviembre, ayer, desaparecido del calendario como día conmemorativo, convertido en puente vacacional como lunes añadido al fin de semana anterior con la esperanza de que nadie recuerde lo que esa fecha significa para los mexicanos.
Un centenario deprimente para millones de mexicanos. Un centenario tirado a la basura y del que no queda más que el tufo a mierda que la corrupción ha dejado en su paso de enterrador de los años gloriosos de mediados de siglo anterior, donde México se alzaba como guía a seguir de un continente que no atinaba a encontrar el camino de la esperanza, aquí, hoy, del todo cancelada. Un centenario que incluso parece, por fin, estar empezado a cancelar incluso el optimismo de los que, porque todo lo tienen, hasta ahora habían sentido que por ellos no iba también la historia. Terca e impertinente que es la historia se empeña en recordarles, también a ellos, que son demasiados los millones de mexicanos carentes de todo, frente a un puñado mafioso, que gasta, gasta, gasta, tira a la basura y roba, roba, roba… lo que el pueblo va a reclamar más temprano que tarde otra vez como propio.
“Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha. Una claridad inquietante comienza a disipar las sombras que en el horizonte amontonó el Crimen, y en la lividez del pasaje parece adivinarse la silueta de un gigante que avanza: es la Insurrección…”, escribía hace un siglo Ricardo Flores Magón.
“… La representación nacional debe deponer de la presidencia de la República a don Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos…”, decía Belisario Domínguez antes de ser asesinado, con la complicidad de sus pares legisladores, por Huerta.
El miedo de los unos al lado del oprobio de los muchos otros ya se sabe que acaban por producir un coctel peligroso. Tres ejércitos, si no es que también tiene prestados marines y milicos traídos de Israel, para cuidar al usurpador del Ejecutivo mexicano, convertido, por voluntad propia, en diáfano vasallo del gobierno gringo. Y le otorga, la peor legislatura de toda nuestra historia, una partida más sumada a sus escandalosos emolumentos para sus gastos en “seguridad”. Una burla más al pueblo que no tiene para comprar ni pan ni tortillas.
Una revolución burguesa encabezada por un conservador al que los espíritus le soplaban al oído lo que tenía que hacer, asesinado por sus propios pares. Con espíritu revolucionario, los que para el pueblo siguen siendo sus únicos héroes: Zapata y Villa, a los que más pronto que tarde, sabe el pueblo, que tendrá que emular si no se quiere llegar al punto de que la sangre mexicana sea desaparecida del planeta, a base de ejecutar impunemente a sus jóvenes y de asesinar a sus mujeres.
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