El PRD en una nuez
Arnaldo Córdova
Arnaldo Córdova
Refundación es un término que nace en la política militante. Es muy nuevo en español. Los diccionarios lo consignan como la acción de refundar, pero no nos dicen qué es refundar. Lo hemos tomado de los italianos. Cuando Fausto Bertinotti y otros antiguos miembros del Partido Comunista Italiano que desde hacía tiempo ya no militaban en este partido decidieron constituir Rifondazione Comunista, explicaron que era para reconstruir los principios del comunismo verdadero, abandonados por el PCI, y volver a las ideas que dieron vida y vigor a ese comunismo militante que ya no existía. En el fondo, se trató de una restauración conservadora que iba al fracaso, como sucedió en efecto.
En el PRD de los últimos tiempos, desde la última elección interna de la presidencia del partido, se puso en circulación (por obra, hasta donde recuerdo, de Pablo Gómez y Alfonso Ramírez Cuellar). Si el PRD hubiera sido ese algo tan bueno en su momento que se perdió en el camino, la idea habría tenido un significado plausible. Pero el hecho es que ese partido no tiene nada memorable que merezca ser “refundado”. En él todo se pudrió desde que nació y de ello los principales responsables fueron sus dirigentes.
No hay nada que refundar en el PRD; todo habrá que hacerlo de nuevo, vale decir, fundar de nuevo, sin pensar en algo bueno que nunca fue. Nuestro problema con los partidos es que los concebimos, sobre todo cuando somos miembros de alguno de ellos, como si se trataran de una secta, de un agrupamiento que existe solo en el mundo. No me cansaré de repetir que a un partido no hay otro modo de concebirlo sino en su relación con el entorno en el cual es procreado. Si se le define como partido democrático, no cabe más alternativa que verlo como una parte de un sistema democrático.
No podemos tampoco pensarlo como un partido que se debe a la Constitución y a la legalidad que de ella deriva, sin asumirse como sostenedor y defensor de esa constitucionalidad y esa legalidad. No hay modo, por lo demás, de verlo como un agrupamiento que se presenta a sí mismo como una propuesta para la sociedad diferente de las otras, sin que sea capaz de hacer expresa esa propuesta y la difunda y la defienda en la vida cotidiana de la nación. No podemos seguir admitiendo que los programas y declaraciones de principios de los partidos queden como simples requisitos documentales para darles existencia.
En el PRD, enfermo de centaverismo, por los muchos dineros que recibe del erario, los principios fueron de inmediato sustituidos por las luchas internas por el botín. Ese partido debería hacer suya la demanda de que el presupuesto electoral sea reducido al mínimo indispensable para que funcione bien sin que sea ocasión para la corrupción interna de los partidos. Pero eso es tanto como pedirle a los legisladores que se asignen dietas modestas y suficientes sólo para vivir dignamente como lo aconsejaba Juárez. El dinero fácil y legal (y hasta el ilegal) ha corrompido al PRD igual que a todos los partidos.
La lucha interna en el PRD hoy es tan confusa y tan desparpajada que todos hablan de refundar el partido, pero las propuestas en ese sentido no aparecen por ningún lado. Ni siquiera todavía de ese nuevo bloque tan variopinto que es Izquierda Unida. En un documento que produjo Alejandro Encinas se ubican tres “heridas” del PRD: la falta de una línea política, el secuestro del partido por su corriente hegemónica y el divorcio del partido respecto de la sociedad. Esto es ya un inicial planteamiento del problema, pero deben ofrecerse medidas para la tarea.
Los chuchos, de su lado, sólo buscan componendas para mantener las cosas como están, aunque negociando con sus oponentes internos a los que ya no pueden avasallar. En Morelia, después de rendir su informe que no informó nada, Jesús Ortega se mandó con un discurso que no se hizo público en el que postula que perdimos las elecciones porque la izquierda no estuvo unida. Sobre todo, dijo, nos faltó la izquierda del PRI (el nacionalismo revolucionario, según él, que duerme agazapado en las entrañas del antiguo partidazo). Ni por caso mencionó al PT o a Convergencia, a los que, más bien, trató como extraños, si no es que como enemigos.
Esbozó, sin embargo, su idea de refundación: se debe pensar ya no en un PRD aislado en sí mismo. Ahora es el caso de pensar en un nuevo partido de izquierda (René Arce está en campaña para hacerlo el partido socialdemócrata que tanto necesita México). Se debe convocar a todas las izquierdas y, en especial, a la priísta, para conformar ese partido. Sus últimas palabras fueron “Por eso, sí, compañeras y compañeros, por eso digo que el Frente Democrático Nacional [se debe pensar] con la izquierda del PRI, también con la izquierda del PRI, efectivamente por eso menciono eso, que también con la izquierda del PRI”.
Cuando se le preguntó a los chuchos, a fin de cuentas, cuál era su propuesta, la respuesta fue emblemática: un “partido frente-federado”. Y ofrecieron un documento que es una joya de idiotez política y de falta de imaginación. Ese grupo logrero y mafioso no puede poner a discusión la existencia de las tribus dentro del PRD. Lo mejor es hacer de ellas grupos constitutivos de un nuevo partido que será ese “frente-federado”. Desde luego, incluyendo en él a esa izquierda del PRI que vive adormecida en el seno del dinosaurio. Ortega debe saber en qué parte del universo tiene su morada esa izquierda nacionalista revolucionaria.
Pero los chuchos se dan tiempo para batear en varios campos. Su planteamiento frentista y “refundador” se complementa con su demanda de que la legalidad estatutaria del partido se cumpla sin miramientos y, por supuesto, se sancione a los traidores que se prestaron a ser candidatos de otros partidos o los apoyaron. Además, René Arce y sus achichincles se convierten en el comité de salud pública que quiere un ajuste de cuentas con López Obrador. La derrota, dicen, se debe a él y a su radicalismo. Ha traicionado al PRD en su apoyo a un candidato extraño en Iztapalapa, donde su querida perdió la batalla frente al pueblo.
Como se ha visto, no tienen con qué dar esas peleas diversivas. La cordura los alcanzó y, mediante un conveniente arreglo de cuotas, han decidido que Encinas sea el coordinador del grupo parlamentario en la Cámara de Diputados. Eso es ya un principio. A Arce nadie le hace caso, excepto Peña Nieto, que lo tiene como su aliado para sus proyectos en el DF. ¿En dónde está algo que huela a refundación del partido?
A mi querido Chema Pérez Gay, con todo mi afecto y solidariadad
No hay comentarios:
Publicar un comentario