Ciudad Perdida
Los panistas arman escándalo
Ahora demandan justicia electoral
Miguel Ángel Velázquez
Pronto, y sin que les temblara la mano, los panistas se lanzaron en busca del eslabón dormido, ese instrumento metalegal que justifica, da fuerza y corrige los renglones torcidos del sistema electoral, y que se puede resumir en una sola frase: Haiga sido como haiga sido”.
Fue a raíz del fallo del Instituto Electoral del Distrito Federal, que halló excesivos los gastos de campaña de Demetrio El Saltarín Sodi y de Carlos Orvañanos, mejor conocido como el zoncito marinela, por sus extraordinarios nexos con el dueño de la fábrica de gordos Bimbo, que los azules decidieron despertar al animal milagroso, creado, precisamente, para esos momentos aciagos.
Los llamados topes de gastos de campaña son una de las formas que se hallaron para aliviar, en parte, las terribles desigualdades que presentan los comicios, y para evitar, aunque sea un poco, que cada elección se convierta en una subasta de votos en la que el que más recursos invierte, más posibilidades tiene de ganar, o bien que se usen instrumentos de persuasión, como los medios de comunicación, que sólo pueden pagar por sus anuncios los dueños del gran capital.
El asunto es que para los panistas no importa si pierden una votación, siempre habrá un recurso “legal” para arrebatar el triunfo; tampoco es importante si quiebran la ley, porque tendrán a la mano a los jueces de la instancia correspondiente, quienes encontrarán cómo desfacer el entuerto y hacerlos triunfadores, para que entonces la frase “haiga sido como haiga sido” cumpla su cometido y todo quede en santa calma.
Argumentan los panistas que lo que se hizo en contra de sus candidatos proviene no del comercial en el que participó Sodi, y que millones de personas, incluidas las de la delegación Miguel Hidalgo, vieron, ni tampoco de las ayudas que el “osito Bimbo” pudo haberles prestado a Carlos Orvañanos, sino de la mala fe del jefe del organismo de fiscalización del IEDF, que con esa decisión pretende beneficiar al PRD.
Por eso armaron el gran escándalo, se metieron en todos los micrófonos que les pusieron enfrente, mandaron al diablo, de palabra y obra, la decisión de la institución electoral, a la que juraron, en todas las entrevistas, respetar, y se sintieron seguros de que en la siguiente instancia, el Tribunal Electoral del Distrito Federal, se les hará justicia, sentenciaron: “nos vemos en la Corte”, porque allá, el “haiga sido como haiga sido”, es ley, y frente a eso no hay nada que hacer.
De cualquier forma el golpe ya se les asestó, por eso salieron ante los medios enfurecidos, delirantes pero delicados, respetuosos, bien portados; de las bocas de los declarantes salieron frases impensables en esta etapa de pudrición del país, palabras como respeto al voto, que fluían con dificultad, pero que daban idea de que ellos saben cómo salir de esos aprietos y honrar la palabra, es más, hasta se acordaron de que la gente sufragó en las elecciones pasadas.
Total, según los panistas, romper los topes de campaña no interesa en la elección, es decir, no altera la intención del sufragio, y para esto se acogen a aquellas otras frases que les dan confianza y que les dieron el poder, aquellas con las que se reconoció que todos los preceptos legales que rigieron la elección de 2006 se violaron, pero tantito.
O aquella joya pronunciada por Sodi en la Universidad de Yale, en 2007, de que, en una campaña, “hay muchas formas de gastar dinero fuera de la ley”. Así se las gastan los azules.
De pasadita
Si usted, como muchos mexicanos, se indignó por la ordeña de los ductos de Pemex, asómbrese: los tubos que traen el agua a la ciudad de México también son ordeñados, y toca a la Conagua resolver el problema, que hasta ahora no se ha querido descubrir. De eso les estaremos informando.
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