México: Qué contraste con la presidenta
Lo más lamentable del caso es que todavía quieren aplausos, unos y otros, y hasta se molestan sobremanera por las críticas que se ganan a pulso
Guillermo Fabela Quiñones
Según el estudio elaborado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, denominado Segunda Encuesta Nacional de Cultura Constitucional: Legalidad, Legitimidad de las Instituciones y Rediseño del Estado, la mayoría de los encuestados consideró que la actual situación del país es “muy negativa”. Puntualizaron que la justicia en México “no funciona adecuadamente por la corrupción, la impunidad y la presencia de intereses extralegales”. El 70 por ciento de los entrevistados aprobarían la convocatoria de un congreso para elaborar una nueva Constitución.
Sin duda, tal encuesta refleja la realidad nacional. La mayoría de la población vive angustiada por la situación prevaleciente, temerosa de ser la siguiente víctima de la violencia irracional que es ahora el pan nuestro de cada día. Sin embargo, lo que más presiona a la ciudadanía es constatar que no hay visos de un cambio favorable, tanto por la terquedad de Felipe Calderón en mantener una “estrategia” absurda que sólo ha favorecido el agravamiento de la inseguridad pública, como por la insensibilidad y ausencia de solidaridad social de la oligarquía.
Es de llamar la atención que mientras en Estados Unidos y en Francia comienza a darse un movimiento solidario de los más ricos con su país, como quedó demostrado la semana pasada con la petición de Warren Buffett al gobierno de Obama de que no consienta tanto a los multimillonarios, el martes los principales capitalistas franceses se sumaron a este comportamiento. “En un momento en que el gobierno pide a todos un esfuerzo de solidaridad, nos parece necesario contribuir al mismo”, puntualizaron los propietarios de las principales empresas francesas, como L´Oreal, y Total, el gigante petrolero de Francia.
En cambio aquí, los multimillonarios siguen actuando como si estuviéramos en jauja, como lo han hecho siempre, buscando mecanismos legales y extralegales para pagar lo menos posible al fisco. Sólo piensan en obtener cada vez más beneficios y privilegios, como lo demuestra su firme interés en que se aprueben las llamadas reformas estructurales, que no son otra cosa que mecanismos para legalizar una mayor explotación de los trabajadores y de los bienes nacionales. Para lograrlo cuentan con una clase política corrupta, servil en grado sumo, como lo revela Javier Lozano cada vez que se encuentra con los magnates empresariales a quienes sirve incondicionalmente, como lo hace su jefe.
Cómo llama también la atención, la actitud asumida por la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla Miranda, quien durante su visita a México demostró ser una estadista de pies a cabeza. Ante los integrantes de la Comisión Permanente del Congreso, puntualizó que “el combate a la criminalidad es más un asunto de inteligencia que de fuerza, eso no quiere decir que renunciemos al ejercicio legítimo de la fuerza, que es un monopolio en manos del Estado, siempre sometida al Estado de derecho”. Qué diferencia con los planteamientos obtusos del inquilino de Los Pinos, quien lo único que sabe decir es que “no se va a rajar” ante la delincuencia organizada, y soltar una sarta de bravuconadas que demuestran una incapacidad plena para enfrentar un grave problema que con su actitud se ha ido magnificando.
En cambio, la presidenta costarricense demuestra una sensatez encomiable. Advirtió que “si el Estado no responde con oportunidad, otros tomarán el ejercicio de la fuerza por propia mano. Lo que no se debe admitir al combatir la criminalidad es el ejercicio arbitrario de la fuerza pública, que es una gran tentación”. Vaya que lo es, para gente que no tiene escrúpulos sino un vivo interés en demostrar dotes de dictador al servicio de los poderes fácticos. Si la violencia se ha recrudecido en el país en los últimos cinco años, es porque se antepuso el “ejercicio arbitrario de la fuerza pública” al uso racional de la negociación política fundada en un trabajo previo de inteligencia policiaca.
En consecuencia, con una oligarquía mezquina y ultrarreaccionaria, y una burocracia dorada carente de sensatez y una mínima inteligencia, es natural que estemos inmersos en un pantano que amenaza tragarse a la sociedad mayoritaria. Qué diferente sería la realidad nacional si contáramos con un gobierno responsable, interesado en servir al país en su totalidad, no sólo a la minoría privilegiada que no tiene un elemental compromiso con la nación, como lo demuestra su inconmensurable egoísmo. Lo más lamentable del caso es que todavía quieren aplausos, unos y otros, y hasta se molestan sobremanera por las críticas que se ganan a pulso, que se tienen que hacer con la única finalidad de que las cosas no empeoren más aún. Cómo no va a estar temerosa en grado extremo la población del país, si advierte que las elites ni sudan ni se acongojan y siguen actuando como si viviéramos en el mejor de los mundos. Los multimillonarios mexicanos deberían tener un poco de conciencia, como sus iguales estadounidenses y franceses. Otro gallo nos cantaría.
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