Si nos atuviéramos a la carrera de los candidatos o su desempeño en campaña, Encinas ganaría por amplio margen. Es el único con experiencia de gobierno y ha demostrado solidez y seguridad en sí mismo. Ha hecho imputaciones certeras, no rebatidas por sus contendientes. En lugar de la farsa de firmar 6 mil compromisos ante notario, ha presentado 10 en cada municipio, los definió con precisión e indicó los recursos que se emplearían en cumplirlos. En los debates ha sido el mejor, como lo acreditan los sondeos. Eruviel representa a la clase política mexiquense, en particular a los últimos gobernadores: Montiel y Peña Nieto. Los acreditados demuestran la decadencia del estado: aumento de la inseguridad, desempleo, desviación de recursos, incremento de la criminalidad, vínculos entre los políticos y crimen organizado y cleptocracia, además de las sombras en su propio desempeño. Su participación en los debates ha sido acartonada y previsible. En cuanto a Bravo, ha intentado subir el tono hasta lo estridente para ocultar su debilidad personal y del gobierno fallido que representa.
Lo que oscurece el vaticinio es la maquinación fraudulenta del nuevo
PRI. La campaña de coacción y compra de votos sin precedente. Cae sobre los votantes un diluvio de sacos de cemento, varillas, tinacos, despensas (más de un millón) y la amenaza de retirar los pobrísimos programas asistenciales. Además del derroche de millones que no sólo vienen de las generosas asignaciones del IEEM, sino de los aliados de la oligarquía mexiquense, sobre todo de dueños de inmobiliarias, y dada la oscuridad en las cuentas, ¿por qué no sospechar del apoyo de grupos del crimen organizado? Por si fuera poco, el instituto electoral mexiquense está controlado por el gobernador y el tribunal por el PRI. No son árbitros confiables.
La coalición de izquierda funciona bien y también el esfuerzo del Morena, cada vez más articulado, ha realizado una penetración sistemática casa por casa; factor fundamental que casi no aparece en los análisis.
Lo que está en disputa es el estilo de competir
en elecciones. El que ha usado el PRI durante 80 años, al que no puede renunciar, frente a una organización popular que se extiende en el estado, único factor capaz de impedir la imposición. La población decidirá si se somete a la manipulación o si, harta de abusos, mentiras y corruptelas, rompe con el PRI y sus métodos y vota en pro de su emancipación.
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