¡¡Exijamos lo Imposible!!
1. La manta desplegada en San Lázaro por tres diputados del PT y algunos del PRD durante la sesión del jueves 3, con la leyenda ¿Tú dejarías a un borracho conducir tu auto? No, ¿verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir al país?
ha llevado a abrir un triple debate sobre asuntos esenciales. La manta cuestionó a) los rasgos semimonárquicos que guarda el régimen presidencial de México, aunque se pretenda lo contrario, al poner en el centro de la discusión la cuestión del derecho del pueblo a estar informado sobre la salud (física y mental) de quien ejerce el Poder Ejecutivo, como acontece ahora en Italia y en otros países; pero terminó también b) por poner en evidencia el proyecto de la derecha en México por amordazar al Congreso coartando a los legisladores sus derechos constitucionales de libre expresión y de inviolabilidad por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos, y c) por exhibir una vez más, y de manera muy grave, el carácter de absoluta subordinación al gobierno panista que tienen la mayor parte de los medios en México, y a exhibir los mecanismos oficiales de control, todo lo cual hace inexistente el derecho de los mexicanos a la información.
2. El tema de la salud de los gobernantes es, como se ha discutido en otros países, un asunto de interés público por las atribuciones que se les otorgan, y no pueden quienes gobiernan escudarse en la pretensión de que esto se restrinja al ámbito de lo privado
. Los hombres públicos no pueden tener vida privada impune como lo muestra el caso de Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia, amenazado en este 2011 de un proceso judicial por abuso de poder en los espacios de su vida privada
.
3. En México, más que en otras partes, el titular del Poder Ejecutivo, haya sido o no de facto, ha pretendido siempre situarse más allá de la legalidad escrita y de los reclamos sociales, y esto lejos de cambiar con la alternancia de 2000 se ha agravado, pues aun cuando no tengan los presidentes panistas el mismo poder que sus predecesores priístas, pretenden alcanzarlo, y controlar por otros medios a los gobiernos locales y municipales, a los partidos políticos, al Congreso y a los medios.
4. La salud de un jefe de Estado o de gobierno es una cuestión de interés público, aunque en muy pocos países se haya legislado sobre el tema. En Francia, tras de que el presidente Georges Pompidou murió súbitamente en 1972 luego de ocultar a los franceses durante meses una enfermedad terminal, se ofreció que los titulares del cargo presentarían informes mensuales sobre su salud, lo que demandó entonces François Miterrand, líder de la oposición. Diez años después, paradójicamente, cuando fue elegido al Eliseo, se olvidó de aquel compromiso (moral, que no legal), en particular porque al segundo año de su primer septenato se le diagnosticó un cáncer que ocultó a los franceses, para gobernar debilitado en todos los órdenes durante 14 años, en los que abandonando el programa de la izquierda se plegó ya muy enfermo a los dictados del gran capital hasta que entregó el cargo al derechista Jacques Chirac, en 1994, para morir días después.
5. La respuesta del gobierno ante el asunto no podía haber sido más patética, pues fue de a) negar de manera tajante el señalamiento, lo que corrió a cargo de los columnistas de la derecha en los medios; o de b) sostener que el asunto es de carácter estrictamente privado
, llegándose incluso a decir, de seguridad nacional
, lo que es absurdo en el siglo XXI, hasta, finalmente, c) aceptarlo todo tácitamente, pretendiendo que, aun cuando sea cierto, no afecta para nada el desempeño presidencial, como lo hicieron algunos panistas al equiparar a Calderón con Churchill, gran bebedor, y lo intentó hacer el miércoles 9, en inusual conferencia de prensa, el secretario de Calderón, Roberto Gil Zuarth, quien aun cuando calificó lo dicho de infundios
y rumores
se esforzó en presentar la imagen de un hombre sano y cumplido.
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