Los representantes del PAN, PRD, PT y Convergencia previamente externaron su desazón por llegar al proceso electoral con reglas impuestas por la mayoría priísta en la Cámara de Diputados. El PAN habló de regresiones preocupantes, el PRD de judicialización del proceso, el PT puso en duda la imparcialidad del actual consejo del IEEM, etcétera. Recibieron como respuesta una actitud rijosa de las cuatro posiciones priístas en el Consejo Ciudadano del IEEM.
Especialmente llamó la atención la postura agreste de Juan Carlos Villarreal, quien reprochó a los partidos políticos de oposición al tricolor cuestionar de imparciales a los consejeros electorales así como al propio instituto, reviró: “Las reglas las hacen los que hoy se quejan, el diseño institucional fue impulsado por los que de nuevo descalifican su propia obra… –y se pregunta– ¿por qué algunos actores políticos le quieren colgar a la autoridad el saldo de sus incapacidades o el temor de sus fantasmas?” El planteamiento no es novedoso, coincide con el discurso que ha venido desarrollando el propio presidente del partido en el poder. Además, pone en evidencia y reconoce la tendencia perversa con que los partidos políticos y el sistema de poder han operado para demoler la autonomía e independencia de las estructuras electorales, no sólo del estado de México, sino del país. Es con esta misma lógica con la que se está definiendo actualmente el nombramiento de consejeros electorales en el IFE, en detrimento absoluto de su credibilidad por el manoseo de intereses partidarios. Sin embargo, la supuesta defensa que hace el consejero Villarreal es tramposa porque, salvo la designación de consejeros, las nuevas reglas electorales para los comicios de 2011 han sido fruto de una imposición de mayoría priísta en la Cámara de Diputados. Es decir, tanto la reforma electoral, llamada ley Peña, como los ajustes al código no han sido resultado de negociaciones ni de consensos entre los partidos políticos, sino de albazos e imposición del sistema imperante en la entidad mexiquense.
Por ello, la crispación y la tensión que se vivió en el arranque del proceso electoral no fue resultado de los teatrales discursos de los consejeros, sino del clima de autoritarismo imperante en el estado de México.
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