Cuenta atrás
Antonio Navalón
07 de junio de 2010
Diego: rescate en la iglesia
Tres semanas desde que se lo llevaron. Tres mensajes. Una vulneración de oro después de que el grupo de profesionales —tan profesionales como el licenciado Fernández de Cevallos—, que se lo llevó se puso en contacto con la familia: el gobierno fuera; la familia pidió y el gobierno concedió.
Hubo un secretario que supo que el Estado no se podía retirar aunque lo ordenara el Presidente, entendió la necesidad de saber quién se lo había llevado y decidió investigar y cumplir con su deber.
La primera comunicación fue desde una cabina telefónica; el secretario que tenía intervenidos los teléfonos detectó el número y mandó a la policía a sacar huellas. Dos días después se recibían las fotos de la policía tomando las huellas desde el teléfono público junto con un mensaje: una sola vulneración más del acuerdo y verán la ejecución de Diego en vivo y directo.
A partir de ese momento, la relación entre la familia y los secuestradores ha sido a través de mensajes que se recogen en iglesias de Guanajuato.
La familia y los negociadores saben que el licenciado está vivo por este periódico que tiene en las manos, las fotografías facilitadas permitieron establecer claramente su condición y estado de salud, al menos aparente.
La negociación económica está terminada. Las pruebas recibidas por los negociadores sobre el valor ya no de la vida de Diego, incalculable, sino del material del que se están haciendo provocó acelerar el trato y cerrarlo.
En este secuestro —del que no se sabe nada, pero que empieza a ser muy público—, las magnitudes económicas parecen claras: 50 millones de dólares o 550 millones de pesos pagados en una sola entrega. El dinero se está recaudando. Hay quien ha estado dispuesto no sólo a colaborar con el silencio, el retiro o con mirar a otra parte, sino poniendo dinero a la charola; sería conveniente saber quiénes y por qué.
Se trata de un secuestro modélico: ha sido posible que se convierta en privado, que las autoridades se aten de manos y no digan nada por salvar a la víctima, aunque el costo sea el propio Estado y que los secuestradores tengan los nervios de acero como para fotografiar a los miembros de la SSP sacando las huellas dactilares desde donde hicieron la llamada.
Con la negociación terminada y en fase de recaudación, en cualquier momento, como dicen las malas lenguas, coincidiendo con la inauguración del Mundial, este extraño secuestro podrá ser resuelto. Que así sea.
P.D. Si a usted le parece que todo esto es demasiado preciso o, como la semana pasada, muy impreciso, considere que estamos en una situación en la que saben lo que pasa, pero no quieren que se sepa… Lo cierto es que esta vez la Iglesia de Guanajuato es el canal del milagro de Diego.
07 de junio de 2010
Diego: rescate en la iglesia
Tres semanas desde que se lo llevaron. Tres mensajes. Una vulneración de oro después de que el grupo de profesionales —tan profesionales como el licenciado Fernández de Cevallos—, que se lo llevó se puso en contacto con la familia: el gobierno fuera; la familia pidió y el gobierno concedió.
Hubo un secretario que supo que el Estado no se podía retirar aunque lo ordenara el Presidente, entendió la necesidad de saber quién se lo había llevado y decidió investigar y cumplir con su deber.
La primera comunicación fue desde una cabina telefónica; el secretario que tenía intervenidos los teléfonos detectó el número y mandó a la policía a sacar huellas. Dos días después se recibían las fotos de la policía tomando las huellas desde el teléfono público junto con un mensaje: una sola vulneración más del acuerdo y verán la ejecución de Diego en vivo y directo.
A partir de ese momento, la relación entre la familia y los secuestradores ha sido a través de mensajes que se recogen en iglesias de Guanajuato.
La familia y los negociadores saben que el licenciado está vivo por este periódico que tiene en las manos, las fotografías facilitadas permitieron establecer claramente su condición y estado de salud, al menos aparente.
La negociación económica está terminada. Las pruebas recibidas por los negociadores sobre el valor ya no de la vida de Diego, incalculable, sino del material del que se están haciendo provocó acelerar el trato y cerrarlo.
En este secuestro —del que no se sabe nada, pero que empieza a ser muy público—, las magnitudes económicas parecen claras: 50 millones de dólares o 550 millones de pesos pagados en una sola entrega. El dinero se está recaudando. Hay quien ha estado dispuesto no sólo a colaborar con el silencio, el retiro o con mirar a otra parte, sino poniendo dinero a la charola; sería conveniente saber quiénes y por qué.
Se trata de un secuestro modélico: ha sido posible que se convierta en privado, que las autoridades se aten de manos y no digan nada por salvar a la víctima, aunque el costo sea el propio Estado y que los secuestradores tengan los nervios de acero como para fotografiar a los miembros de la SSP sacando las huellas dactilares desde donde hicieron la llamada.
Con la negociación terminada y en fase de recaudación, en cualquier momento, como dicen las malas lenguas, coincidiendo con la inauguración del Mundial, este extraño secuestro podrá ser resuelto. Que así sea.
P.D. Si a usted le parece que todo esto es demasiado preciso o, como la semana pasada, muy impreciso, considere que estamos en una situación en la que saben lo que pasa, pero no quieren que se sepa… Lo cierto es que esta vez la Iglesia de Guanajuato es el canal del milagro de Diego.
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