miércoles, 23 de junio de 2010

¿Y la empresa de clase mundial?...on´ta..fecal

¡¡Exijamos lo Imposible!!
¿Qué van a hacer cuándo se generalice el desmadre?
Por María Teresa Jardí

En la orfandad intelectual, que es quizá la peor de todas las orfandades, nos dejan una trilogía imprescindible hoy para enfrentar lo que ya está. Primero Carlos Montemayor, seguido de Saramago y por Monsi detrás. Dicen que los artistas se mueren de tres en tres. Y algunas veces me ha tocado comprobar que así sucede. Lo que se explica unido a la sensibilidad que da el dedicarse al arte. Y, sin duda, los tres anteriores eran artistas, amén de escritores estresados, porque la realidad, terca y deprimente que es la realidad, analizaban para alertarnos, dándonos la situación digerida, aunque pocos quisiéramos escuchar lo que nos decían, tan ocupada, la mayoría, con la telebasura, que ellos también combatían. En manos de los peores nos van dejando los mejores que a otros lares huyen como quisiéramos huir la inmensa mayoría.

Desde la orfandad les acabo de contar de qué va “la empresa de clase mundial” en cuyas manos, para entregarle un nuevo y carísimo pago a Televisa, el usurpador fascista, ha dejado el servicio de la luz. Apaleando de paso a los trabajadores que mantenían el servicio abandonado por los impresentables gobernantes que hace sexenios sufrimos los mexicanos.

Los vientos que de tanto en tanto también la capital de la república alcanzan, en una maraña de cables --inconcebible maraña en pleno siglo XXI, cuando en casi todo el resto del mundo ya no son aéreos los cables para evitar justamente eventos que amenazan con incendios-- produjeron un corto el sábado sobre las siete de la tarde. Alertados los bomberos, dijeron que a la compañía de luz le tocaba atender el chispazo que remitía a un corto. Vienen los que la compañía manda y se regresan sin solucionar nada, para regresar, otros, el domingo por la mañana, cortando abruptamente la luz sin previo aviso, con el irrespeto que los ciudadanos le merecemos a la derecha panista, destruyendo los electrodomésticos, los que, luego de echar una mirada, en la acera se acuestan a dormir un rato, en tanto les manda otros, que, quizá, sí sepan de qué va la cosa. Hora y horas, cambios de tanto en tanto de la escalera de un transformador al otro, antes y después de las nuevas siestas. Al final llegan unos a los que se les ocurre jalar un cable para conectarlo en uno de los transformadores, quedando por unas horas, pocas dos o tres, aparentemente resuelto el problema, hasta que sobre las nueve de la noche a los vecinos alerta, antes del corte nuevamente brusco de la luz, el trueno aterrador de uno de los transformadores. Otro, no el del chispazo ni en el que el cable fue conectado. Tres transformadores, tocados por los contratados, literalmente porque el pueblo mexicano se encuentra muerto de hambre y un trabajo es un trabajo aunque convierta en traidor al que lo acepta. Contratados que nada saben de electricidad y menos aún son capaces de parchar --como sí eran los compañeros del SME, técnicos, muchos, desde pequeños porque venían de familias de electricistas-- lo abandonado por los gobiernos sexenales como el servicio de la luz para los mexicanos que la Constitución les obliga a prestar. Constitución emanada del pacto social firmado para poner fin a la Revolución Mexicana que cumple un siglo este año de haber sido estallada por el pueblo. Servicio que los gobiernos están obligados a prestar a los gobernados. Pero servicio que llevaba tiempo pasando las facturas de su descuido. Lo que no se notaba de manera tan patente porque los compañeros técnicos del SME, conocedores de su oficio, iban, como podían, zurciendo. Con lo que también acabó el gafe agringado usurpador panista.

Para no hacerles larga la anécdota, al final se trajeron de Guadalajara, debido sobre todo a vecinos combativos, que mil veces llamamos a “la empresa de clase mundial” y a periodistas, también avisados, que a Comunicación Social hablaron a uno de los traidores que se quedaron, quien decidió que uno de los transformadores tenía que cambiarse. Unas cuantas horas más tarde y ya sin agua los vecinos luego de dos días enteros sin luz, sin un huracán de por medio, simplemente por el abandono en la prestación del servicio y por la impericia de los que se van contratando por hambre para prestar un servicio que demanda técnicos, impericia de los improvisados que no saben qué hacer, porque al desgobierno usurpador fascista se le ocurrió que también el negociazo de la fibra óptica le tenía que entregar a Televisa como otro pago, dejando sin trabajo a los que sí saben qué hacer. Pago quizá convenido desde que al usurpador en México en la silla del Ejecutivo federal impusiera Televisa. Hasta aquí la anécdota. Pero la pregunta es: qué van a hacer cuando el desastre se generalice y no tengan suficientes traidores para llevar a lo largo y ancho de la república a parchar un servicio que aún regalado sería caro, dado el abandono en que se encuentra y la forma en que se presta.

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