¡¡Exijamos lo Imposible!!
Calderón, al servicio del narco
La guerra contra el narcotráfico ha fracasado tanto en México como en Estados Unidos, como reconoce el zar antidrogas, Gil Kerlikowske, país en el que según cálculos conservadores, hay 30 millones de adictos
MEXICO, D.F, 13 de mayo (Lilia Arellano/ESTADO DE LOS ESTADOS).- Doña Hillary Rodham Clinton, esposa del ex presidente Bill Clinton y actual secretaria de Estado de Estados Unidos, oculta sus cadáveres en el closet y ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, al señalar que no hay una estrategia efectiva en la lucha antinarcóticos en el país vecino, es decir México, y en otras partes del hemisferio. Aunque la ex senadora del poderoso estado de Nueva York tiene toda la razón al referirse a la fallida estrategia de Felipe Calderón y su perdida “guerra” contra algunos cárteles del narcotráfico mexicano, parece olvidar que los gobiernos de su propia nación, United States of America, incluidos el de su esposo y el de su actual jefe, Barack Obama, en las últimas cuatro décadas han fracasado estrepitosamente en su propia “guerra” contra la drogadicción que depreda a la juventud estadounidense y que en, cálculos conservadores, son 30 millones de adictos.
Gil Kerlikowske, el pomposamente llamado “zar antidrogas” de Estados Unidos, admitió la escandalosa derrota de las administraciones de los presidentes estadounidenses Barack Obama, George W. Bush, Bill Clinton, George H. W. Bush, Ronald Reagan, Jimmy Carter, Gerald Ford y Richard Nixon, y reconoció públicamente la necesidad de cambiar la estrategia seguida hasta el momento, en el propio territorio norteamericano, en los últimos cuarenta años. El cambio de táctica de Obama para combatir el grave problema de la drogadicción de los estadounidenses —y del hasta el momento indestructible círculo vicioso que representa la enorme dependencia de los cárteles de la droga locales e internacionales, la gran red de delincuencia que abarca prácticamente todo su territorio, donde las aduanas de la frontera con México y las de sus grandes costas son apenas el inició de los tentáculos de ese poderoso pulpo— es la aceptación de su aplastante fracaso en la primera década del Siglo XXI.
Doña Hillary nos quiere hacer creer que el global negocio del narcotráfico es manejado por los capos de Latinoamérica o países de Asia, que se esconden en lugares remotos, apartados o desconocidos en México, Colombia, Perú, Bolivia, Afganistán o el país que se les ocurra de acuerdo con el momento político que se viva. La realidad es muy pero muy distinta. La verdad es que el opio, la cocaína, la mariguana y las anfetaminas, entre otras drogas, mueven más de 300 billones de dólares al año. De acuerdo con reportes de la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen (Unodc, por sus siglas en inglés), la producción mundial de cocaína, por referirnos sólo a una droga, supera las 992 toneladas. Esta droga en Harlem, en Broadway, o en los selectos pasillos de Harvard se consigue entre los narcotraficantes locales en 30 mil dólares el kilo y puede ser adulterada hasta obtener por cada gramo de piedra crack entre 40 y 80 dólares. Este gran negocio ilegal requiere de una gran y eficiente organización, superior en muchos casos a las que tienen las grandes trasnacionales de los Estados Unidos.
Desde muchas de las regiones más apartadas de América Latina y el Caribe, así como de otras importantes regiones de Asia y África, pero también dentro del territorio estadounidense, se producen, trasladan y distribuyen más de 50 millones de kilos de sustancias ilícitas, que aparentemente son objeto de una “guerra a muerte” contra los productores y vendedores... pero del tercer mundo. Sin embargo, la Clinton pasa por alto que las decenas de miles de toneladas de drogas que se consumen en Estados Unidos pasan por sus puertos y fronteras que son vigiladas por sus autoridades. Además, casi un centenar de oficinas de la DEA se reparten en 63 países –sin contar las casi 300 que hay en territorio estadounidense— para recordarle al mundo que esa “guerra” es prioridad de los Estados Unidos de América, la mayor potencia económica, militar y policial. Los “grandes zares” de la droga que maneja mediáticamente el gobierno estadounidense, incluyendo al famoso capo mexicano consentido de los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, Joaquín “El Chapo” Guzmán, no son más que pequeños intermediarios.
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