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Hacia un franquismo a la mexicana
Rodrigo Vera
MÉXICO, D.F., 7 de marzo (Proceso).- Ha sido, el suyo, un gobierno que a la menor provocación, y aun sin ella, atenta contra el laicismo que da sentido al Estado mexicano. Los embates de la administración calderonista, como en su momento los del foxismo, han sido tales que el Congreso acaba de reformar el artículo 40 de la Constitución para reafirmar esa orientación laica. Pero esto no ha bastado y Felipe Calderón sigue actuando como un “presidente cristero”.
Para mayor gloria de Dios, el gobierno de Felipe Calderón está subordinándose a los intereses de la jerarquía católica, al grado de que ya se convirtió en un gobierno de tinte confesional y neocristero que –por encima de la Constitución– está socavando al Estado laico mexicano.
Junto con el Ejército, que actualmente goza de grandes prebendas y es movilizado a nivel nacional, la Iglesia es la otra institución que sirve de pilar al gobierno federal. Sin embargo, el “peligroso binomio” clero-Ejército ha desencadenado una escalada de violaciones a los derechos humanos y a las libertades individuales.
El hecho más visible de este “franquismo a la mexicana”, de corte fascistoide, es la actual embestida del régimen calderonista contra la legalización del aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo, la cual es auspiciada desde el Vaticano por el Papa Benedicto XVI.
El investigador Édgar González Ruiz, especialista en las relaciones de la ultraderecha con los gobiernos mexicanos, afirma:
“El gobierno de Calderón es una especie de franquismo a la mexicana. La comparación no es gratuita, pues el movimiento cristero de los años treinta se identificó con el general Francisco Franco y su gobierno. Era el ideal que querían para México. Y eso es precisamente lo que hoy Calderón –de raigambre cristera– está llevando a la práctica bajo los dictados de Ratzinger y el Vaticano.”
–En este sentido, ¿hay diferencias entre el gobierno de Calderón y el de su antecesor panista Vicente Fox, quien también admiraba a los cristeros? –se le pregunta.
–Muchísimas. Fox sólo tenía desplantes escenográficos con los que externaba su catolicismo; mostraba crucifijos, el estandarte con la imagen guadalupana o le besaba públicamente la mano al Papa… Sin embargo, su gabinete fue plural. Sólo alguno que otro funcionario aislado, como Carlos Abascal, tenía tendencias confesionales. Incluso, Fox decepcionó a la jerarquía católica porque no cumplió las promesas que le hizo durante su campaña.
“Calderón, en cambio, sí es consciente de su compromiso con el activismo católico. Tiene plena claridad de que entre sus prioridades está el desmantelamiento del Estado laico y la aplicación de preceptos religiosos, aunque con éstos se anulen libertades individuales. Y ya no son funcionarios aislados quienes tienen estas tendencias; prácticamente todo el gobierno calderonista en bloque le está dando continuidad a la lucha cristera.”
González Ruiz menciona algunas dependencias oficiales que siguen esa línea, como la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Gobernación o la Secretaría de Salud.
Agrega que “lo más grave” es la “intromisión del clero” en la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y en la Secretaría de Marina, sobre todo mediante las llamadas capellanías castrenses.
“A través de esas capellanías se está fraguando la alianza Iglesia-Ejército, algo nunca antes visto. Y Calderón se apoya muy especialmente en esas dos instituciones, cuya intervención abierta en la vida de nuestro país es cada vez más evidente. Son un binomio peligroso que suele desembocar en dictaduras de corte fascistoide, como la de Pinochet en Chile.
“Al Ejército, por ejemplo, Calderón ya lo tiene patrullando permanentemente en las calles con el fin de darle mayor participación en la vida pública, pero usa el pretexto de que combate al narcotráfico, una lucha –por cierto– no prioritaria en estos momentos de crisis económica, pero a la que los medios electrónicos le dan mucho eco.”
Extracto del repotaje publicado en la edición 1740 de la revista Proceso, ya en circulación.
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