¡¡Exijamos lo Imposible!!
Aritmética y pederastas de sotana
Juan José Morales
Escrutinio
Al cardenal Juan Sandoval Iñiguez parece gustarle la aritmética. Ante los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes, echó mano de ella para minimizar el asunto. Según declaró al diario La Jornada, “de 2001 a la fecha se han suscitado en la arquidiócesis de Guadalajara cinco o seis casos de pederastia, de entre mil 100 sacerdotes diocesanos que hay, de manera que el porcentaje es bajo... se dan más casos de estas violaciones en otras instituciones, como la policía o el Ejército, que en su arquidiócesis.”
Es una comparación muy poco afortunada. Por principio de cuentas, a policías y soldados no se entregan niños para su educación y cuidado, ni de ellos se espera que sean guías espirituales y modelo de rectitud moral, ni mucho menos pregonan serlo. En segundo lugar, si un gendarme o un militar abusan de un niño o un adolescente, son muy grandes las probabilidades de que sea denunciado y sancionado. Los curas, en cambio están protegidos por el escepticismo de los propios padres de sus víctimas, que usualmente —cegados por la fe— se niegan a creer que un hombre santo sea capaz de hacer tal cosa. Un segundo muro protector es el de los demás feligreses, que no pocas veces reaccionan contra los denunciantes, acosándolos y tildándolos de mentirosos y calumniadores. Esto ocurre sobre todo en poblaciones pequeñas y conservadoras, donde el párroco tiene gran influencia sobre la comunidad. Y si pese a todo se logra llevar adelante la acusación, habitualmente las autoridades eclesiásticas siguen la norma de que las sotanas sucias se lavan en casa y el asunto se resuelve enviando al cura a otra parroquia. Por eso quienes sufren abusos sexuales de sacerdotes generalmente dan a conocer lo ocurrido muchos años después, ya siendo adultos, y a menudo callan de por vida.
Es más: como parte del encubrimiento y la complicidad que han sido norma de las autoridades eclesiásticas, a los denunciantes muchas veces se les hostiga y presiona para guardar silencio. Un caso reciente y muy notable es el del cardenal primado de Irlanda, Sean Brady, quien hace poco tuvo que admitir públicamente que en 1975 —en su presencia, sin que hiciera nada por evitarlo y evidentemente con su anuencia— se obligó a niños violados por un cura a prestar juramento de silencio. Es fácil imaginar lo intimidatorio que resultaría para aquellas criaturas verse rodeados por un grupo de sacerdotes y ante un cardenal en persona.
Ciertamente, el cura en cuestión, Brendan Smyth, terminó en la cárcel después de haberse comprobado que abusó sexualmente de 40 niños en el transcurso de dos décadas. Pero todo ese tiempo la Iglesia lo encubrió y protegió a sabiendas de lo que hacía. Ante tales hechos, no puede uno menos que —al igual que el cardenal— echar mano de la aritmética y hacer algunos cálculos sobre qué porcentaje de casos de abusos sexuales contra menores por parte de sacerdotes salen a la luz pública. O, dicho a la inversa, cuántos permanecen ignorados por el público por cada uno que se conoce. Sin duda deben ser bastantes. Y en relación con este asunto, específicamente por lo que a votos de silencio se refiere, viene a la mente también el caso de los Legionarios de Cristo. Su fundador, el cuasi santo Marcial Maciel, estableció que los clérigos miembros de esa orden debían no solamente hacer los votos o promesas solemnes de pobreza, castidad y obediencia que se exigen a todos los sacerdotes en general, sino también ciertos votos especiales, a los que se denominó privados, mediante los cuales quedaban obligados a no criticar jamás a sus superiores, a no revelar a extraños nada de lo que sucediera dentro de la congregación, a no aspirar a ocupar cargo alguno, y a denunciar a cualquier otro miembro de los Legionarios que violara esos votos privados o manifestara inconformidad u opiniones contrarias a las de sus superiores. Con tales votos privados —que hace poco fueron anulados por el actual Papa— el silencio y la impunidad se hicieron norma en la Legión de Cristo por más de medio siglo.
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