México y EU: ¿lo que no funcionó...?
A Puerta Cerrada
2010-03-29
gomezalce@aol.com
• Rendición de cuentas
• Las rutas sin salida
La desesperación, mi estimado, duplica las energías.
Comienza la semana con la lindura del joven Rodrigo Medina convocando a un marcha contra... Rodrigo Medina, gobernador de Nuevo León, entidad que Vive México con inéditas jornadas de violencia que hacen clímax hasta en partidos de futbol. Los ánimos regios están calientes y la ola de plomazos no cede con todo y los acuerdos, pactos y alianzas para coordinar esfuerzos descoordinados que son evidentes para la mayoría de los ciudadanos, cuyas vidas han sido modificadas por la sencilla razón de que el organizado crimen está incrustado en el centro de las esferas federales, estatales y municipales.
La violencia de la irreflexiva guerra de Felipe Calderón no se puede endosar frívolamente a los Estados Unidos, donde se encuentra el mercado más grande de drogas cuyas ganancias entran y circulan en el sistema financiero, sino como una parte importante de un peligroso problema integral que este (des)gobierno detonó con las malas decisiones que abarcaron medidas para legitimarse en la silla presidencial, enviar el Ejército a las calles sin brújula, plan ni marco legal y extraditar a los barones de la droga sin tener la radiografía completa sobre sus secuelas y derivaciones en el interior de las organizaciones criminales.
Cuarenta meses y 19,000 muertos después, my friend, es evidente que, aunque no lo parezca, en las mentes geniales del gymboree (con minúsculas) y su PANdilla, esta mal llamada guerra se está perdiendo.
Los daños colaterales de víctimas inocentes, de los atropellos y abusos y de la impunidad alcanzan niveles tan insospechados que desarrollaron una creciente inquietud de Washington desencadenando la delicada historia que se ha visto en los recientes días.
Calderón no puede pretender salir oliendo a rosas señalando culpables de la cascada imparable de violencia que azota varias entidades en el país. Estados Unidos no es el culpable de la ola roja, y el discursito presidencial huele a pirotecnia barata cuando el (des)gobierno no ha impulsado (ni demostrado) una política de fondo para atacar el volátil flagelo epicentro de corrupción. La responsabilidad de lo que sucede hoy es de Felipe Calderón y está compartida con los gobernadores que han permitido un descomunal crecimiento de la impunidad y contaminación en el interior de sus administraciones.
Es lamentable constatar que la PANdilla en el poder (del no poder) proyecte a estas alturas del partido una corresponsabilidad cuando el mal de origen, la ineptitud, la incompetencia y la corrupción está en aquellos que durante una década han estado al frente de las áreas en materia de seguridad, así que para qué tanta cortina de humo estando claro el panorama.
Hoy, la rendición de cuentas por el atractivo desmadre no pasa por el pétalo de una investigación. No pasa por las renuncias de funcionarios que son escalofriantes botones de lo que ya no funcionó. Lo único que pasa es la torpe, lenta o rápida reacción por la coyuntura. Esa que ha dañado irremediablemente a millones de mexicanos.
Este (des)gobierno ha sido todo menos previsor y responsable. Desde sus inicios decidió circular por veredas sin estudios previos o planeación estratégica. El 2006 dejó abierto el camino de la confrontación política y se abrieron frentes sociales y de seguridad cuyos altísimos costos paga México.
Y ante estas alertas que detonaron ya una crisis de seguridad nacional en los Estados Unidos, mi estimado, Washington se prepara para hacer la parte que también hace tiempo debió implementar porque la droga no circula en su mercado sin las complicidades y la corrupción. Y su frontera es el punto débil pero al mismo tiempo el punto más sólido para esa oferta y demanda.
El reciente anuncio sobre un nuevo plan para el dominio del flujo de drogas, dinero y armas está lejos de ser la única solución para que ambos (dos) países controlen la situación. Urgen en paralelo otras medidas, cambios y voluntad para demostrar que se quiere llegar al fondo del problema.
Y es ahí donde está uno de los principales nudos marinos que pasa irremediablemente por la situación económica y la falta de oportunidades que empuja a miles de personas desesperadas a peligrosas rutas para sobrevivir… aunque lo peor, my friend, es que esas rutas son, hoy para el país, también rutas sin salida.
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