A 41 años de la matanza
2009-10-03
Conrado Roche Reyes
Conrado Roche Reyes
En el año de 1968 no existía en Yucatán Escuela de Economía, por lo que aquellos paisanos que desearan estudiar tal carrera se veían en la necesidad de emigrar primordialmente a la capital, ya que era famosa a nivel Latinoamericano la calidad de la enseñanza en la UNAM. Tal fue el motivo por el cual me encontraba allí cuando estalló el movimiento estudiantil que tuvo el horrendo colofón del crimen en Tlatelolco.
No me voy a adornar pregonando que estuve, como ahora hace y con un tinte de orgullo mucha gente, el dos de Octubre en el mitin sangriento. Mentiría. Sí participé antes y después en marchas, mítines, asambleas y demás que se efectuaban casi a diario en las diversas instalaciones y auditorios de la Universidad, aun después de la profanación de su autonomía por el ejército. Repartí volantes con mi grupo de amigos, casi todos paisanos, intervine en la quema de un trolebús del que salimos volando al llegar los granaderos.
Antes de, aquello parecía una fiesta revolucionaria. Nunca se me olvidará que durante una asamblea en el auditorio llamado desde entonces “Che Guevara”, uno de los oradores advirtió -macabra premonición- que habíamos tenido demasiada bonanza, que estuviésemos preparados para algo terrible. Los asistentes lo bajamos a silbidos de la tribuna.
Vivía entonces, con este grupo de amigos, varios de ellos miembros de comités de lucha de sus respectivas escuelas, en la Colonia Narvarte, calle de Doctor Barragán entre Diagonal de San Antonio y Obrero Mundial. El edificio era visiblemente vigilado. La locura asesina aún no estallaba de la atroz manera en que lo hizo. Incluso saludábamos a los agentes de la secreta apostados en las esquinas. Por cierto, dicha colonia parecía un apéndice de Yucatán por la cantidad de peninsulares que en ella habitaba.
Por medio de Radio Bemba nos enteramos del tiroteo y masacre ocurridos el dos de octubre. Sabíamos de dicho mitin, mas no asistimos por equis razón, creo fuimos al cine a ver “2001 Odisea del espacio”. Los noticieros televisivos y la prensa escrita minimizaron o, peor aún, tergiversaron o callaron el asesinato colectivo, mas por compañeros confiables supimos de la magnitud del suceso. Solamente la Revista POR QUE? publicó la verdad con irrefutables pruebas fotográficas, sin embargo, era casi imposible conseguir la revista prócer, ya porque el gobierno la requisaba y la que llegaba a la gente literalmente volaba.
Días después nos enteramos de un mitin en el mismo lugar. A éste sí acudimos. La Avenida Insurgentes se encontraba llena de tanquetas enfiladas, pero en la ingenuidad, no creo por valentía, continuamos hasta la Plaza. Obviamente no fue de los mítines más concurridos. Sin embargo, dada la envergadura de lo sucedido hacía tan poco tiempo, fuimos como cinco mil personas. Aquí no pasó nada. Sólo las miradas de odio de los milites cuando nos retirábamos caminando.
Acudimos a otro más, que éste sí estaba anunciado para salir de CU a la calle. Abordamos el autobús que nos llevaría a la Universidad, pero éste nos dejó kilómetros antes, por órdenes de arriba, según el chofer. Tampoco olvidaré las palabras que un joven, pero un poco mayor que nosotros y de lentes, dijo cuando emprendimos la caminata al campus: “¡Ave México, los que vamos a morir te saludamos!”, y todavía tuvimos la, no sé cómo llamarle, de reír de aquella macabra broma.
Ahora sí con miedo, rodeados a ambos lados de la calle por soldados, incluso en los montecitos a la entrada de CU, nos unimos al grupo que marcharía. Éramos bastantes, pero… los soldados y el recuerdo eran muchos más. Al intentar salir a Avenida Universidad, la calle estaba bloqueada. Desde un tanque de guerra, medio cuerpo de fuera, los brazos en jarras en mussolinesca pose, el General Hernández Toledo, “héroe” de las tomas de las universidades de Morelia y Ciudad Juárez, insultaba soezmente a los muchachos de la avanzada. Era imposible salir de los terrenos universitarios, una invitación a la represión, por lo que se decidió hacer la marcha intra muros. Pero antes de retirarnos sucedió algo muy ilustrativo. De entre los manifestantes, un hombre se adelantó parándose delante del tanque del Generalote, a quien gritó –el hombre estaba totalmente desarmado- “¡Maricón, bájate de ahí y vamos a rompernos la madre como los hombres!”. Aquel inesperado suceso dejó boquiabierto y sorprendido a Hernández Toledo, quien balbuceó algo ininteligible y se metió a su guarida de metal. La persona que se atrevió a retar a todo el poder del Estado, representado en ese instante por tan tristemente célebre General, era nada menos que nuestro Director General de POR ESTO!, periodista Mario R. Menéndez.
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