¡¿Nos están oyendo, inútiles?!
27 octubre 2009
Contundentemente no. Y es que estos diputados y senadores no oyen ni entienden. Son absolutamente insensibles a cualquier reclamo. Aunque éste sea unánime: desde las élites hasta los marginados. Porque lo único que les interesa son sus dineros, sus canonjías, su fuero y sus amarres, sobre todo los de pescuezo.
Y es que no nos representan a nosotros sus electores. Tampoco a sus distritos ya olvidados. Ni siquiera a sus estados. Vaya, no se representan ni a ellos mismos.
En cambio, a quienes sí representan y muy bien son a sus partidos. A sus gobernadores. A las grandes empresas de las que ellos son agentes de ventas. Marionetas de sus titiriteros.
A ver, cuántas veces y en todos los tonos se los advirtieron los premios Nobel de Economía, los picudos de las calificadoras, los empresarios y los trabajadores. Se los sugirieron y se los demandaron miles de voces en marchas de la calle, correos electrónicos, llamadas a las radios y cartas a los periódicos: en tiempos de crisis hay que apretar el gasto corriente, incentivar el gasto público y sobre todo no aumentar impuestos. Y resulta que los títeres del Congreso están haciendo exactamente lo contrario: ni una sola propuesta para apretarse el cinturón, tampoco se les ocurrió alguna iniciativa para aumentar la base gravable o reactivar el mercado interno.
Nada, que todo siga igual, que paguen los mismos de siempre, al fin que todos son idiotas. Mucho menos se comprometieron a un mínimo de justicia para que paguen impuestos los especuladores de la Bolsa, las grandes empresas privilegiadas por pago de favores o los fabricantes de comida chatarra que envenenan a los niños en las escuelas y que nos han convertido en un país de gordos desnutridos.
Ingenuos los que pensamos que este Congreso tendría el valor y la visión de emplear un instrumento tan poderoso como la Ley de Ingresos para reencauzar el rumbo del país: plantear una gran estrategia para atacar la raíz de la pobreza y no sólo sus efectos.
En cambio, puros alegatos oportunistas en un recinto convertido en lupanar y en casino donde privan la compraventa, las apuestas, las subastas, las vendettas y el trueque. Baste un solo dato para ilustrar el nivel conceptual y de lenguaje de estos legisladores: ni un solo discurso de Estado, ni uno solo, en estos días cruciales.
Porque entre los 628 que suman no hay hombres ni mujeres de Estado. Sólo burócratas legislativos.Y no nos oyen los inútiles. A ver si nos escuchan cuando les gritemos:
¡Que se vayan todos!
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