Ciudad Perdida
¿El despertar de la sociedad?
Aparato represor, preparado
Miguel Ángel Velázquez
La semana que terminó tiñó las calles de esta ciudad de una serie de protestas, que más que expresar un descontento generalizado, parecen anunciar el final de una época, o el principio del despertar de una sociedad adormecida por el sonsonete mediático, que se ha vuelto inútil para los dueños del país, a partir de la ineficiencia del gobierno que impusieron.
Las protestas corrieron de derecha a izquierda. Desde sus cúpulas los patrones decidieron dar la espalda al gobierno por el que se hicieron cómplices de la ilegalidad, y levantaron su no profundo al accionar de Los Pinos, y hasta se atrevieron a señalar coincidencias con la izquierda moderna (cualquier cosa que eso signifique), más como amenaza que como la expresión seria y cierta de su convencimiento.
Tal fue el manotazo en contra del PRI, y del propio PAN, que decidieron ir a lanzar su amenaza frente al jefe de Gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, como para decir: ni Peña Nieto, ni ningún iluminado azul; si no hay acuerdo, aquí está Ebrard.
En los corredores del GDF hubo quienes se sintieron hasta emocionados por la postura empresarial, pero otros, más sensibles, advierten que el juego de la derecha sólo es una advertencia a los suyos para que el reparto del pastel, que ahora se hace entre unos cuantos, abarque, también, a otros miembros del club.
En la otra punta, los trabajadores, los empleados, una gran capa de la clase media, mira con temor y con coraje cómo las medidas gubernamentales han ido depredando sus sueños, y alimentan día con día su temor de descender en la escala social, condición inaceptable para los que se han llamado: hijos de la cultura del esfuerzo.
Al final, los más pobres, los que ya perdieron la esperanza de todo, y que desorganizados, inmovilizados, aceptan jugar el juego de las traiciones, venden su voto, o arriesgan la vida en la pretención absurda de abrir horizontes de mejoría, miran en los de más arriba el eco que necesitaban para que se conozca su desgracia, que hoy, por fin, se parece a la suya.
Las razones de todos, dicen algunos estudiosos de la materia social, aunque con diferentes fines, convergen en una demanda, en la protesta que los unifica, y de la que no hace caso el gobierno: justicia, que tampoco significa lo mismo para todos, pero que todos buscan, cada cual con su propio método.
La semana concluyó el domingo con un gran mitin que organizó René Bejarano en repudio a las acciones del gobierno, que se inició con la concentración a la que convocó Andrés Manuel López Obrador en defensa de los trabajadores electricistas, y para señalar el peligroso camino que viene trabajando la derecha en el poder.
Ya no se trata de ofrecer apoyo al gobierno legítimo y a López Obrador, ahora se trata de expresiones en defensa propia. Los partidos políticos poco o nada han hecho para evitar las injusticias; para diputados y senadores, la única justicia que existe está en la nómina que cobran, y en su imagen reproducida en las pantallas de televisión. Todo lo demás son incidentes de menor importancia, que deberán ajustarse a la realidad del poder conforme la retórica y los acuerdos espurios tomen su lugar, así que nada les preocupa.
Lo malo para ellos es que ahora el despojo es generalizado y las opciones para lograr acuerdos parciales con algunos segmentos de la población sólo podrán servir para atizar el fuego de la injusticia que se ha generalizado.
Lo peor es que el gobierno se ha ido especializando en la represión. Hoy más que nunca se tiene un aparato represor armado y preparado para aplastar las discrepancias; que a nadie se le olvide, pero hay otros caminos que seguramente hallará la gente para impedir que el saqueo siga sucediendo.
De pasadita
Para nadie será un secreto que los acuerdos del PRD-Darkside con el PRI y el PAN son parte de su estrategia para llegar a Los Pinos, ¡por la derecha!
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