Los niños de Hueytlalpan
Adriana Malvido
10 diciembre 2008
Adriana Malvido
10 diciembre 2008
Perdidos en un rincón del planeta, cuatro niños de la comunidad totonaca de Hueytlalpan buscan su dignidad extraviada. Se la llevó la risa de su gente, la burla del alcalde y sus regidores y la tiene secuestrada la lentitud con la que se ejerce la justicia en este país. Más aún, si se trata de menores en la pobreza, como ellos, que habitan el tercer municipio con más alta marginación del estado de Puebla.
Hoy, hace 60 años, se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos que establece que nadie será sometido a tratos crueles, inhumanos y degradantes. ¿La conocerán estos niños?
¿Sabrán que la noche del 29 de noviembre, mientras que el animador del jaripeo, Leonardo Julián, los incitaba a desvestirse a cambio de 150 pesos y ante 600 espectadores, se violaban sus derechos? ¿Que al menos cinco artículos de la Convención sobre los Derechos del Niño de UNICEF (el 16, el 19, el 34, el 37 y el 39) fueron pisoteados? ¿Que México firmó el compromiso de protegerlos “contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”? ¿Que eso incluye a “la prostitución y su uso en prácticas pornográficas”?
Mientras en Hueytlalpan se degradaba a los niños, lejos de ahí, en Río de Janeiro culminaba el III Congreso Mundial sobre Explotación Sexual Infantil donde se manejó que más de 20 mil menores la sufrieron el último año en México; se urgió a eliminar la corrupción que favorece la existencia de sitios que la fomentan y acabar con la apatía de gobiernos, sector privado y sociedad civil. “No hay espectador inocente”, sentenció Helena Oliveira de UNICEF.
Gracias a la intervención de la diputada Irma Ramos (PRD), presente en el jaripeo, el denigrante “concurso” se interrumpió y fue denunciado. El caso se turnó a manos de la ley y de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Puebla cuya mayoría priista desechó ayer la posibilidad de una denuncia penal por corrupción de menores contra los responsables, incluido el edil de su partido, Juan Manuel Barrientos.
Ahora, además de la humillación de la que fueron objeto, los niños sufren hostigamiento, vergüenza, lloran a escondidas, temen ir a la escuela. Requieren apoyo psicológico y tienen derecho a recibirlo. Pero para que recuperen su dignidad, necesitan que se haga justicia.
De lo contrario, los Derechos Humanos serán sólo letras en un papel y nos perseguirá la advertencia del psiquiatra Karl Menninger: “Lo que se les hace a los niños, los niños harán a la sociedad”.
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