sábado, 27 de diciembre de 2008

“Yo sabía que mi dios era mayor que el suyo"

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Dios nunca tiene plan B

El general William G. Boykin volvió a casa en silencio. Dejó las medallas que cubren literalmente su pecho y el traje militar, y tomó un ato de libros que ahora lo acompañan de su casa al colegio Hampden-Sydney de Virginia, en donde es profesor. Ha escrito un nuevo libro en este tiempo: “Nunca rendido: la historia de un soldado en la encrucijada de la fe y la libertad”. No da declaraciones, habla lo necesario, es un buen vecino.

Su última guerra fue no hace mucho tiempo. De hecho, fueron una serie de batallas, todas espectaculares, porque él es el rostro más duro de George W. Bush sobre el campo. Él es, en realidad, el halcón de los halcones. Qué Donald Rumsfeld. Qué Dick Cheney. “Jerry” Boykin está ligado a las torturas de Abu Ghraib, a los abusos en Guantánamo. Sobre este militar retirado, nacido en una población rural de Carolina del Norte, recaen acusaciones de asesinato (cometidos en nombre de la “Guerra contra el Terrorismo” y en nombre de Dios) de Kabul a Bagdad. Algunos creen que si por alguna razón Barack Obama pretende llevar a juicio al gobierno de Bush, será él quien deba ser llamado. También se afirma que el nuevo presidente no buscará saldar estas cuentas pendientes con la comunidad internacional, para no abrir un frente doméstico ahora que recibe un país desmantelado. Unos más creen que Boykin se volvería un Oliver North moderno, que ganaría adeptos de inmediato porque su argumento es redondo: “Yo serví a mi país”. A un país que estaba equivocado, pero es cierto.

Boykin puede ser considerado un “extremistas” como los que persiguió durante el último tramo de su carrera. Evangelista, machista, nacionalista, Boykin sigue creyendo que dirigió al “ejército de Dios” en los dos encargos que le hizo Bush: perseguir a Osama bin Laden y a Saddam Husein. Con el primero fracasó. Y con el segundo no tuvo tanta suerte: no fue su equipo el que dio con el dictador de Irak, sino otra fuerza que estaba cerca cuando se obtuvo la información para dar con el que fuera llamado por Mario Vargas Llosa “el señor de los piojos”. Miembro de supersecreta Delta Force, participó en las brigadas que capturaron por primera vez a Pablo Escobar y estuvo entre los que, en 1980, entraron a Irán y fallaron en el rescate de rehenes. Fue parte de la fallida incursión de 1993 a Somalia (que documenta Black Hawk Down, la película de Ridley Scott).

Se retiró hace casi 15 años, pero aún así su millaje incluye, sólo en la última década, medio planeta, con énfasis en Pakistán, Irak, Arabia Saudita, Afganistán o Indonesia.

En junio de junio de 2003, Jerry explicó a un grupo de religiosos de Oregon por qué los islamistas odian a Estados Unidos: “Porque nosotros somos una nación cristiana, porque nuestros fundamentos y raíces son judeo-cristianos y nuestro enemigo es un individuo llamado Satán. Por eso”. Después, ante otros, contó su experiencia con los líderes rebeldes de Somalia, con los que tuvo la oportunidad de platicar antes de desatar una acción militar fallida que arrojó gran cantidad de muertos en su bando: “Yo sabía que mi dios era mayor que el suyo. Sabía que mi dios era un dios real, y el suyo era un ídolo”. En 2002, el general explicó el espíritu que lo mueve: “Nosotros, en el ejército de Dios, en la casa de Dios, un reino de Dios hemos construido desde hace tiempo”. Y después se refirió a Bush: “Él está en la Casa Blanca porque Dios lo puso allí.”

Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de EU, explicaba alguna vez por qué Bush (como Jerry) fue a la guerra y creyó en ella a pesar de la derrota: “Porque nunca tuvo un Plan B. Creyó que Dios lo había enviado a la guerra. Y Dios nunca tiene un Plan B, Dios jamás fracasa…”

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