Discurso por Rafael Barajas, “El Fisgón”, a nombre de la Comisión de Difusión del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional, en el acto de protesta frente a las oficinas de la empresa Televisa, en la Ciudad de México, el 9 de diciembre de 2008
Compañeras y compañeros:
El pasado 11 de noviembre, estuvo aquí el Movimiento en Defensa del Pueblo. Venimos a demandar al señor Emilio Azcárraga Jean, principal dueño y presidente ejecutivo de Televisa, que su empresa informara de manera plural, veraz y ponderada; que cubriera la lucha de nuestro movimiento; que diera cuenta de las luchas del pueblo de México, de todas sus luchas; que la cobertura informativa de Televisa vaya más allá de lo que los empresarios y su gobierno quieren ver y quieren decir.
No venimos a pedir espacio para nosotros; venimos a exigir espacio para todos los mexicanos, para todos los movimientos ciudadanos. No pedimos un favor, exigimos el cumplimiento del derecho a la información. Éste es un derecho consagrado en el Artículo 6° de nuestra Constitución y en diversos apartados de la Ley Federal de Radio y Televisión.
Objetividad y pluralidad son valores importantes del periodismo moderno, pero los mexicanos sabemos, desde hace décadas, que Televisa sólo enarbola estos valores para defender sus intereses y hacer las coberturas más sesgadas, engañar, mentir y emprender campañas de difamación y hasta de odio. Así lo hizo con el movimiento estudiantil de 1968, con los movimientos sindicales desde la década de 1960 hasta la fecha, con el fraude de 1988, con Manuel Clouthier, con el cardenismo, con los zapatistas, con López Obrador, con el fraude de 2006, con el movimiento de Atenco, con las luchas del pueblo de Oaxaca.
Este breve recuento hace evidente que en Televisa no caben las voces disidentes, ya no digamos “todas las voces de la sociedad”. En Televisa nunca han cabido las voces disidentes.
El espacio electromagnético es parte del espacio territorial y es de la Nación, es decir, de todos los mexicanos. Al igual que la industria petrolera y al igual que las playas, las frecuencias que emplean las televisoras no pueden tener propietarios privados. Las leyes nacionales señalan que esas frecuencias pueden serles entregadas temporalmente en concesión para que sirvan a la sociedad, no para que desinformen, distorsionen, defrauden o estupidicen. Miren lo que dice la ley: “no se hará publicidad a centros de vicio de cualquier naturaleza; no transmitirá propaganda o anuncios de productos industriales, comerciales o de actividades que engañen al público o le causen algún perjuicio por la exageración o falsedad en la indicación de sus usos, aplicaciones o propiedades […] no se deberá hacer publicidad que incite a la violencia, así como aquélla relativa a productos alimenticios que distorsionen los hábitos de la buena nutrición”.
Hoy tenemos un problema grave: mediante el uso indebido de las frecuencias, Televisa ha acumulado un enorme poder económico y propagandístico; tan grande que le impone sus intereses al poder político y muchos políticos que se dicen representantes del pueblo actúan de hecho como empleados de la televisora. No tienen el valor de enfrentársele… y la gente les vale…
Para ellos, para los dueños de la televisión privada, México es el país de tarjeta postal que aparece en los informes de gobierno, o las historias frívolas entre personajes de la farándula, o la violencia delictiva que permite los más atroces ejercicios de amarillismo, o la estafa descarada a los consumidores.
Somos un movimiento convencido de su misión civilizatoria, de su determinación de construir, desde abajo, desde estas calles, un país más justo, más incluyente, más veraz y más apegado a su marco legal. Ellos violentan la ley y vandalizan concesiones que no son de propiedad de sus accionistas sino de nosotros, los ciudadanos.
Televisa está en una situación paradójica. Mantiene la audiencia, pero ha perdido la credibilidad. Su historial de mentiras y distorsiones a favor de los poderosos está a la vista: desde el Movimiento de 1968 hasta el presente, pasando por el movimiento estudiantil de 1986-87, por el fraude de 1988, por el alzamiento zapatista de 1994, por el desafuero de Andrés Manuel y por el fraude de 2006, la televisora ha hecho mal uso de su concesión. Por eso, ahora mucha gente la ve, pero prácticamente nadie le cree. Para la gente, Televisa ha perdido valor, a la gente, Televisa le vale…
Sin embargo, esta televisora sigue basando su enorme poder en el hecho de que sus señales son vistas por una gran parte de la población. No tiene credibilidad, pero sigue siendo un enorme escaparate publicitario; un escaparate en el que igual se anuncian remedios milagrosos que resultados falsos de un gobierno espurio. No informa; literalmente apantalla.
Si ellos no cambian su política de desinformación, exclusión y mentira, nosotros tendremos que emprender una campaña de concientización entre la gente y pedirle que apague el televisor o que cambie de canales, que deje de asistir a los eventos que organiza la empresa, que cancele los contratos con su cablera, que se abstenga de apoyar a sus equipos deportivos.
Tendremos que recordarle a la sociedad que la vida no empieza ni se acaba en la televisión, y menos en esa clase de televisión que hace Televisa. De nada van a servirles sus concesiones, de nada va a servirles el gobierno que impusieron, si nadie los ve. Porque si damos la espalda a los canales de Televisa, los anunciantes se retirarán, y porque si damos la espalda a Televisa, ni los policías corruptos del calderonato podrán obligarnos a que sintonicemos sus señales.
¡Viva el Movimiento el Defensa del Pueblo!
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