CRISIS
por Alejandro Encinas
Esta semana se llevó a cabo la novena edición del Foro de Biarritz, espacio de reflexión política al que concurren ex presidentes, dirigentes políticos, académicos y autoridades de diferentes órdenes de Europa y América Latina.
En el marco de una entusiasta expectativa por el triunfo de Obama en Estados Unidos y el cambio político y cultural que esto puede significar, los debates se centraron en la crisis económica que vive el mundo y los alcances que significan el fin de una era que ha dado cuenta del fracaso de las políticas neoliberales y, en especial, de las políticas de integración comercial, que han sido incapaces de hacer compatibles crecimiento económico y bienestar.
Durante los trabajos de este foro se insistió en que ha quedado atrás la falsa idea de que mercado y democracia eran complementarios, ya que la democracia procura la justicia social, en tanto que al mercado no le interesa el desplazamiento social, la inequidad ni la concentración del ingreso, por lo que el modelo de globalización seguido hasta ahora, profundiza la dependencia en los países en desarrollo y la división internacional del trabajo, en la que unos países se especializan en ganar y otros en perder, lo que genera mayores asimetrías económicas y sociales entre éstos.
Al mismo tiempo, la crisis que han provocado las grandes potencias del mundo ha puesto en evidencia otras crisis: la de los inmigrantes que, más allá de la caída en las remesas, criminaliza a los trabajadores migrantes en América y Europa, en un sistema en el que todas las mercancías circulan libremente menos el trabajo; la crisis en la seguridad ciudadana, convertida en crisis hemisférica frente al crimen organizado; crisis en la seguridad alimentaria; en la seguridad ambiental frente al cambio climático, entre otras.
En México hemos convivido por generaciones con la crisis, sin que hasta ahora se haya construido una salida duradera a la misma. Se han adoptado políticas paliativas que de manera ortodoxa han insistido en más de lo mismo, que atienden los grandes agregados económicos y olvidan la condición humana, sin alcanzar, como sucedió en el resto de América Latina, niveles de crecimiento que pudieran enfrentar en mejores condiciones esta crisis.
Esta nueva situación requiere construir nuevas visiones y paradigmas que permitan competitividad económica con inclusión social, que pongan en el centro de una nueva estrategia a la gente y su bienestar, y que a partir del fracaso de experiencias anteriores, avancen en la construcción de un sistema de protección social que no dependa del mercado; de un Estado sólido que garantice el bienestar colectivo, regule al mercado y promueva una verdadera integración económica que, más allá del comercio, reconozca las asimetrías existentes y cree mecanismos de compensación que permitan crecimiento con desarrollo y, con ello, el abatimiento de la pobreza y la desigualdad.
En el marco de una entusiasta expectativa por el triunfo de Obama en Estados Unidos y el cambio político y cultural que esto puede significar, los debates se centraron en la crisis económica que vive el mundo y los alcances que significan el fin de una era que ha dado cuenta del fracaso de las políticas neoliberales y, en especial, de las políticas de integración comercial, que han sido incapaces de hacer compatibles crecimiento económico y bienestar.
Durante los trabajos de este foro se insistió en que ha quedado atrás la falsa idea de que mercado y democracia eran complementarios, ya que la democracia procura la justicia social, en tanto que al mercado no le interesa el desplazamiento social, la inequidad ni la concentración del ingreso, por lo que el modelo de globalización seguido hasta ahora, profundiza la dependencia en los países en desarrollo y la división internacional del trabajo, en la que unos países se especializan en ganar y otros en perder, lo que genera mayores asimetrías económicas y sociales entre éstos.
Al mismo tiempo, la crisis que han provocado las grandes potencias del mundo ha puesto en evidencia otras crisis: la de los inmigrantes que, más allá de la caída en las remesas, criminaliza a los trabajadores migrantes en América y Europa, en un sistema en el que todas las mercancías circulan libremente menos el trabajo; la crisis en la seguridad ciudadana, convertida en crisis hemisférica frente al crimen organizado; crisis en la seguridad alimentaria; en la seguridad ambiental frente al cambio climático, entre otras.
En México hemos convivido por generaciones con la crisis, sin que hasta ahora se haya construido una salida duradera a la misma. Se han adoptado políticas paliativas que de manera ortodoxa han insistido en más de lo mismo, que atienden los grandes agregados económicos y olvidan la condición humana, sin alcanzar, como sucedió en el resto de América Latina, niveles de crecimiento que pudieran enfrentar en mejores condiciones esta crisis.
Esta nueva situación requiere construir nuevas visiones y paradigmas que permitan competitividad económica con inclusión social, que pongan en el centro de una nueva estrategia a la gente y su bienestar, y que a partir del fracaso de experiencias anteriores, avancen en la construcción de un sistema de protección social que no dependa del mercado; de un Estado sólido que garantice el bienestar colectivo, regule al mercado y promueva una verdadera integración económica que, más allá del comercio, reconozca las asimetrías existentes y cree mecanismos de compensación que permitan crecimiento con desarrollo y, con ello, el abatimiento de la pobreza y la desigualdad.
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