Jacobo Zabludovsky
Bucareli
17 de noviembre 2008
Otro aeropuerto
Lo peor de los accidentes es que ocurren.
El insumergible Titanic encontró su trozo de hielo, Manolete su Mihura, Marilyn el exceso de pastillas, el bebé se tragó un botón y hasta el tenor que cantaba “yo no sé por qué he nacido” lo supo cuando el lépero de gayola gritó que se había roto para que naciera.
Accidentes.
Todos los dictámenes sobre la tragedia de la calle Pelvoux en las Lomas de Chapultepec coinciden en la causa, aunque millones de mexicanos dudan por la simple razón de que no les creen a los políticos. Para el caso es lo mismo, porque en los últimos 20 años se han registrado ocho accidentes aéreos en el valle de México, cifra que aumentará por la saturación creciente de las operaciones en el actual y único aeropuerto de la ciudad. Accidente o atentado, es hora inaplazable de buscar solución antes de que un avión de 500 pasajeros caiga sobre una zona más poblada que los alrededores de la Fuente del Petróleo y el número de víctimas se multiplique por cien o mil.
El problema del aeropuerto capitalino es que son muchos sus problemas. Hace unos 100 años (se cumplirán el 8 de enero de 2010) Alberto Braniff voló por primera vez en México un aparato más pesado que el aire, un Voisin que despegó kilómetro y medio sobre los llanos de Balbuena. En esos mismos llanos está el aeropuerto actual, en medio de la ciudad, estrangulado por el tránsito, sepultado por la contaminación, ubicado por el crecimiento urbano exactamente donde hoy no debe estar. Pero está. La solución escogida por algunas ciudades que padecen los mismos dolores ha sido desahogar el tránsito aéreo de su aeropuerto original hacia otros de la periferia.
En París se conserva Le Bourget, donde Charles Lindbergh aterrizó en mayo de 1927, aunque prácticamente es un museo. Surgieron Orly y Charles de Gaulle para vuelos comerciales y otros en ciudades cercanas para aviones particulares. Washington y Nueva York han seguido similar procedimiento y dividen su tránsito aéreo en varios aeropuertos. Disminuye el riesgo de reducir la distancia entre naves cercanas al aterrizaje, porque la estela de un avión grande deja en aire turbulencias a las que algunos han atribuido la caída del Learjet el 4 de noviembre.
Para garantizar mayor seguridad, los aeropuertos cercanos a grandes ciudades adquieren importancia. En el caso del Distrito Federal, el de Toluca alivió el trabajo de los controladores aéreos. No ha sido suficiente, los hechos, algunos dramáticos, lo demuestran. Además es muy incómodo y costoso para quienes viven en el oriente de la capital y estados vecinos. Tienen que atravesar toda esta ciudad imposible antes de librarse del tránsito y desesperarse después en el de la carretera a Toluca.
Cuando el presidente Vicente Fox quiso hacer el aeropuerto en Atenco se calculó una inversión de 9 mil millones de dólares. Hoy el costo de uno nuevo y sus vías de acceso, en los estados de México o Hidalgo, sería de más de 20 mil millones de dólares. Según Ricardo Henaine, presidente de la Operadora Internacional de Aeropuertos, SA de CV, con una inversión no mayor de 200 millones de dólares se podría transformar el de Puebla en un aeropuerto para más de 10 millones de pasajeros. Atendería a una población de más de 30 millones en el sur del DF, el oriente del estado de México, Tlaxcala, Veracruz, Morelos, Guerrero y, por supuesto, Puebla. La inversión sería mínima, comparada con la construcción de uno nuevo podría atender vuelos internacionales cuyo destino final serían ciudades, playas y sitios de interés turístico, sin pasar por la ciudad de México.
Sería necesaria una autopista de México a Puebla o un tren rápido. Esto permitiría recorrer 80 kilómetros en 30 minutos o en 15 si fuera el tren.
El camino actual a Puebla, única salida al sureste del país, fue construido hace 46 años. Es una vía permanentemente saturada. La nueva más amplia y directa podría hacerse con inversión privada concesionando a particulares su operación. El gobierno federal no invertiría mayormente y se beneficiarían distintas poblaciones de la región.
El aeropuerto de Puebla cuenta con una superficie de 6 millones de metros cuadrados, similar al de la ciudad de México; están utilizados 17%. Tiene mejores condiciones climatológicas y elevación sobre el nivel del mar más favorable para la aviación comercial y de carga: 334 metros abajo del aeropuerto de Toluca.
El Aeropuerto Internacional de la ciudad de Puebla podría recibir la misma cantidad de pasajeros que el de la ciudad de México.
Los accidentes ocurren, pero algunos se pueden evitar. Esta no parece mala idea.
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