PRD, en su hora
La crisis interna del PRD no va a resolverse con la sentencia del Tribunal Electoral. Es más, es cuestionable que tal órgano de justicia se permita proclamar triunfador de una elección interna impugnada por todos los participantes y sin haberse tomado la molestia de hacer el nuevo cómputo completo. Ya habrá, sin embargo, mucho tiempo para volver a discutir los límites de la justicia electoral y la validez del derecho de asociación política.
Mientras tanto, el PRD está, por primera vez en su historia, en un riesgo real de ruptura orgánica. Las causas son de carácter político, aunque la forma de expresión ha sido la de una riña entre dos candidatos a presidir lo que al final puede ser algo completamente diferente del partido materia de la disputa. Además, ser presidente del PRD no significa ser líder de ese partido.
La sectarización interna en el PRD no siempre expresa las divergencias políticas, sino que muchas veces las distorsiona de tal manera que no hay dos líneas pero sí hay dos bloques. Este partido tiene demasiados defectos, muchos de los cuales proceden del sistema mexicano de partidos pero otros son expresiones exclusivas de un tráfico de protecciones e influencias para escalar cargos y puestos de elección popular: una perversión de la militancia política.
Un partido de masas como el PRD tiene que ser un movimiento y no sólo una estructura política burocrática. La contradicción entre movimiento y burocracia ha ahogado al partido en una disputa difícil de solucionar a corto plazo. Siempre se requiere un aparato partidista pero éste no debe ser el determinante. Nunca. Hoy, lo es. Pero no se trata sólo de grupos que militan en Nueva Izquierda sino también en Izquierda Unida, cualquier cosa que ambos bloques sean desde un punto de vista politológico. Ya no hay en el mundo partidos que no sean de corrientes, pero hay unas más corrientes que otras. Al PRD le ha tocado algo de lo más pernicioso en esta materia.
El primer punto para evitar la ruptura orgánica es un acuerdo político provisional, necesario y suficiente, cualquiera que éste sea. Pero ahí tampoco estará la solución. Los bloques deben desgastarse hasta su completa desaparición tal como son hoy, para dar cabida a un debate político que aterrice en una propuesta al país. Esto es, en definitiva, lo que más falta le hace al PRD y lo que la sectarización interna le ha impedido alcanzar. No se trata de evitar la creación de grupos internos, sino de lograr que éstos representen planteamientos políticos, propuestas, congruencias.
Si hoy se evita la ruptura orgánica, lo cual es del todo necesario, se podría abrir un largo y penoso proceso de recapitulación, para el cual será necesario que la crisis toque fondo el próximo año. A partir de ese momento, la izquierda podría, quizá, verse a sí misma como es, analizar el país con nuevos enfoques. Volver a empezar, por así decirlo.
La izquierda no se va a acabar en México, pero no sabemos aún de cierto que es lo que sí habrá de terminar.
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