viernes, 14 de noviembre de 2008

Otra vez nos chinga el Tribunal Federal Electoral


¡¡Exijamos lo Imposible!!
Una carta para Jesús Ortega y Alejandro Encinas
Epigmenio Ibarra
14 noviembre 2008

eibarra@milenio.com

Hace unos meses, en este mismo espacio y en mi condición de ciudadano que, sin militar en el partido, ha votado por los candidatos del PRD y que está, además, profundamente convencido de que México necesita con urgencia que una izquierda democrática, imaginativa, congruente y comprometida se haga cargo de la conducción política del país, escribí a la dirigencia perredista una carta. Convocaba en ella, a los miembros de las distintas tribus y facciones, a no seguir comportándose, viejo vicio de la izquierda mexicana cuyo más letal enemigo está siempre en el espejo, como “profesionales de la derrota” y a no caer, por otro lado, en los mismos vicios y corruptelas de la clase política tradicional y traicionar así los ideales de justicia, democracia y libertad por la que tantos mexicanos, desde la izquierda, es decir desde la perspectiva de un impulso moral, de compromiso inclaudicable con las mayorías empobrecidas, ofrendaron su vida.

Hoy, y ante el último despropósito del Tribunal Federal Electoral, cuando este, siguiendo sus costumbres y en el colmo de la consagración del “haiga sido como haiga sido” como norma de nuestra democracia, da por buena otra elección preñada de irregularidades, me dirijo a ustedes, protagonistas centrales del lamentable espectáculo que fueron los comicios internos de su partido, para pedirles, para exigirles a ambos un último y radical esfuerzo: deben ambos hacer todo lo que esté a su alcance, es la hora de la imaginación y la decencia, para salvar, los dos y más allá de sus intereses personales y de sus compromisos políticos y clientelares, lo que queda, lo que han dejado en pie, de una fuerza política cuya tarea sería —y debe empeñarse a fondo y con urgencia en ella— encarnar la esperanza de un pueblo. Nada habrá de honrarlos más que empeñarse a fondo en este esfuerzo. La victoria de uno u otro, conseguida a costa de dilapidar por ceguera, por necedad o por soberbia, el capital político que les dieran nuestros votos, del que se han hecho a partir de las expectativas y necesidades de millones de personas que han confiado en sus promesas, sería sólo —no se engañen, que no los engañe el coro de simpatizantes— una derrota enmascarada, una traición.

Una traición perpetrada además contra natura; justo cuando todo apunta, en esa dirección avanza ya América Latina, a una redefinición de los equilibrios políticos y a una recomposición, en situación de ventaja estratégica además, de las fuerzas de la izquierda. La crisis económica mundial, cuyos perniciosos efectos apenas comienzan a sentirse y que habrán de resultar catastróficos sobre todo para las clases medias y las mayorías empobrecidas, ha echado por tierra las pretensiones de éxito y continuidad del neoliberalismo y ha hecho aun más imperiosa la necesidad de buscar nuevos modelos. No es esa la tarea de la derecha.

Es la hora de una izquierda creativa y democrática, capaz de desprenderse de viejos paradigmas ideológicos y de los dogmas que la mantienen anclada en el pasado. De una izquierda a la que, por otro lado, no seduzca la conciliación con lo irreconciliable, a la que la búsqueda de votos —puro cálculo mercadotécnico— le haga traicionar principios y aceptar, como si el tiempo otorgara una legitimidad que las urnas no dieron, lo inaceptable. De una izquierda contemporánea, realmente contemporánea, de nuevo cuño; con principios y un compromiso inclaudicable con la gente. De una izquierda que, me temo, ni ustedes, ni sus tribus –a menos de que dejen de comportarse como hasta ahora lo han hecho– representan.

No podemos darnos el lujo. No pueden ustedes darse el lujo de hacernos, a todos, dar marcha atrás y ceder graciosamente el terreno a quienes, de no producirse un cambio dramático, habrán de reinstaurar –para eso trabajan, por ineficientes, Calderón y los suyos– al PRI en el poder.

Mal haría Sr. Ortega en suponer que puede, muy orondo, hacerse cargo de la presidencia del partido con el aval de ese mismo tribunal, que hirió de muerte, contra su propio instituto político por cierto, en el 2006 y con una sentencia que también hacia reconocimiento implícito de las irregularidades de las elecciones presidenciales sometidas a juicio, a la democracia mexicana. Mal haría Sr. Encinas en pensar que repudiando a Ortega por sus malas mañas queda usted exonerado de las suyas. Mal harían los dos en pensar que todavía, cualquiera está calificado para dirigir con legitimidad ese partido y peor harían en pensar que, cada uno por su lado tiene alguna posibilidad de hacer honor a su compromiso con esos millones de mexicanos que, con sus votos, los han llevado a las posiciones de poder que ocupan.

No se equivoquen señores, no les dimos ese poder para que hagan con él lo que les venga en gana. Muy caro habremos de pagar todos, si se consuma, este fracaso brutal de la izquierda partidaria. Otros habrá, estoy seguro, que tengan la dignidad y el honor de reemprender la tarea pero, como decía Pedro Salinas “la nada tiene prisa” y se habrá perdido una oportunidad preciosa.pm

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