Bucareli
Jacobo Zabludovsky
Jacobo Zabludovsky
Mañana votan
03 noviembre 2008
Víspera del enigma. Difícil descifrar en estas horas lo que significa para los Estados Unidos y el mundo la votación de mañana.
Todos lo ignoramos todo. O casi todo. Apenas sabemos los nombres de los dos candidatos, algunos rasgos biográficos, discursos con más palabras que conceptos, promesas de campaña que nadie obligará a cumplir, ideas confusas, alianzas, coincidencias, reproches, memoria y desmemoria, aires de esas películas que uno vio y en las que ya no se descubre algo nuevo.
Iremos encontrando las verdades como en una cebolla. La primera capa nos dirá quién gobernará durante los próximos cuatro, tal vez ocho años, al país todavía más poderoso del planeta. Los pronósticos favorecen, cada vez con mayor distancia, a Barack Obama frente a John McCain, pero la historia nos obliga a ser cautelosos y aceptar cualquier sorpresa. En las encuestas previas se almacenan los votos de racistas emboscados que, en el secreto de mañana, expresarán sus verdaderos sentimientos y pueden restarle votos al candidato afroestadounidense. Los resultados los sabremos antes de que se apriete el último botón.
La segunda capa es gruesa y complicada, a plazo más largo y basada en datos vagos. Trata del desempeño que el triunfador tendrá como presidente. Estamos hablando del país del que depende en gran parte la estabilidad mundial, el dueño de la confianza internacional que se manifiesta en la demanda y cotización de su moneda. En medio de la crisis mundial sin precedentes, el timón de los Estados Unidos debe tener una mano certera que, si no nos protege, por lo menos no nos arrastre a todos en el naufragio.
Si el 11 de septiembre fue declaración de guerra a muerte al terrorismo, la crisis internacional es una guerra peor porque el enemigo está entre nosotros y apenas nos empezamos a dar cuenta. Nos traicionó cuando confiábamos en que era causa de nuestro bienestar, tranquilidad, seguridad y prosperidad. El sistema cobijaba conspiradores. Falló la inteligencia para prever y tomar medidas oportunas.
La tercera capa acumula, hasta el centro de la cebolla, los problemas inacabables, nuevos y milenarios, agobiantes o insolubles. De su planteamiento no hablamos. Su listado rebasaría el espacio destinado a esta columna. Preferible dedicar algunos párrafos a pensar qué nos espera a los vecinos inmediatos del sur.
El doctor Jorge Montaño, ex representante de México en Naciones Unidas y ex embajador en Washington, entre otros cargos diplomáticos y académicos, advierte que “en los periodos electorales estadounidenses, la opinión pública mexicana se plantea con ingenuidad qué candidato conviene que ocupe la Casa Blanca, razonamiento que confirma el desconocimiento de una relación asimétrica, regida, como todas las que sostiene la gran potencia, por sus intereses. La vecindad es un factor de peso sólo cuando se sabe esgrimir. Para ellos lo normal es incorporarnos a su agenda, asumiendo que estamos obligados a aceptar lo que decidan, actitud que genera fricciones al desconocerse las normas de la convivencia”. En otras palabras, ninguno de los candidatos nos ayudará a sacar al buey de la barranca. Tendremos que rascarnos con nuestras propias uñas, como siempre, pero ahora sumergidos en un mar de dificultades de solución dudosa que parece imposible.
La mayor no es una sino varias dificultades abrumadas sobre el peso, dícese de la unidad monetaria que circula en México y que en unos cuantos días, después de diez años de estabilidad, sufrió una caída sísmica frente al dólar, perdió poder adquisitivo ante una inflación desatada, desapareció con acciones incineradas en la Bolsa de Valores, se hizo humo en las cuentas de ahorro, mostró la fragilidad de una manera de vivir que, según quienes ni siquiera lo previeron, estaba blindado, untado de mentolato, relleno de sulfas y penicilina, y a salvo de catarros y pulmonías.
Esta víspera nos tiene a los mexicanos en una realidad lacerante. La clase media se empobrece. Los pobres empobrecen más. Los ricos van a capotear el temporal como siempre, les irá según su cercanía con la sombra del árbol que los cobija y algunos aumentarán la lista privilegiada de Forbes.
No ayuda el descuido en la atención de los maestros descontentos. Tampoco el complicado final de la reforma petrolera. Andrés Manuel López Obrador está en las calles, como peje en el agua. En su favor soplan los vientos del descontento general. Salvo las excepciones de costumbre, todos hemos perdido.
La votación de mañana no aliviará mucho a los mexicanos. Será mejor que no pongamos en ella nuestras esperanzas, porque si alguna nos quedaba también la perderemos.
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