viernes, 27 de agosto de 2010

Recuerdo la mina Pasta de Conchos

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Daños colaterales
Irene Selser

Un ex marino y polizón, guía de los mineros bajo tierra
27 agosto 2010
irene.selser@milenio.com

La historia de Mario Gómez podría ser la de muchos hombres de trabajo y sacrificio en América Latina, que llegan a los 63 años sin salir nunca en los periódicos. Pero desde el lunes 23 de agosto es noticia mundial, al liderar al grupo de otros 32 mineros y operarios de la mina de cobre San José, en Copiapó, norte de Chile, que esperan ser rescatados de las entrañas de la tierra antes de que llegue la Navidad. Gómez, el más experimentado de todos, fue el primero en escribir una carta a su esposa, Lilianette Ramírez, que le fue entregada por el presidente Piñera, luego de aquel primer papelito que salió a la superficie a través de una sonda con un escueto “Estamos bien en el refugio los 33”.

La carta de Gómez a su mujer, tres hojas con los bordes quemados y escritas “con grandes letras azules”, fue publicada íntegra por la prensa chilena ( http://diario.latercera.com ): “Dale muchos besitos a todas mi hijas y nietos que los amo mucho, que estén tranquilas. Para ti con amor más grande, te amo demasiado. Vamos a ser felices para siempre juntos con nuestra familia”.

Minero desde los 12 años, al igual que su padreque “se fue” joveny sus seis hermanos, Gómez es apodado El Navegao, por su pasado como marino mercante, luego de dejar la mina. Siempre tuvo “una pasión por el cerro”, recuerda hoy Lilianette, aunque su mayor hazaña, antes del milagro de San José, fue sobrevivir de joven durante tres semanas como polizón en un barco brasileño, según gusta de contar a los suyos.

Al igual que el ex seleccionado chileno de futbol Flanklin Lobos, de 54 años, también refugiado a 700 metros bajo tierra, El Navegao se desempeñaba desde hace nueve meses como chofer en San José, trasladando el mineral desde el yacimiento hacia el exterior.

Dice su esposa que él era reacio a volver a la mina, “por los constantes problemas de seguridad”. Pero, “la necesidad económica le dobló la mano”.

Lily, que se desmayó en el campamento Esperanza, en las afueras del socavón, cuando tras 17 días de angustia e incertidumbre alguien anunció a gritos “¡los encontraron!”, está segura de que su marido “es aperrao, yo sabía que él no se iba a dejar decaer, porque si lo hacía él, iba a decaer toda la gente que estaba adentro”. Y a las familias de los otros mineros, las animaba: “Yo sé que mi marido no se queda quieto, mi marido debe andar por aquí y por acá rasguñando, viendo por dónde pueden salir”.

Pero Gómez no sólo da instrucciones a sus “marineros” a 700 metros en la montaña: también ha orientado a Lily que se haga un informe de todas las irregularidades en la mina, que según se sabe ahora no tendría que haber sido reabierta.

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