¡¡Exijamos lo Imposible!!
Tu eterno destino
Jacobo Zabludovsky
12 de julio de 2010
Se dio a conocer la ruta del Bicentenario. El Paseo de la Reforma y las avenidas Juárez y Madero serán escenario de un desfile de casi 4 kilómetros desde las faldas del cerro de Chapultepec hasta los muros del Palacio Nacional.
En el Castillo empezará la fiesta como hace más de 9 años, cuando el PAN comenzó a disfrutar el poder con un baile presidido por Maximiliano y Carlota de petatiux y la actuación de Elton John ante el rastacuerismo de los rich and famous que presentían buenos tiempos. La marcha pasará ante la paleta Mimí gigantesca, que, por supuesto, no estará terminada y por tanto no podremos verla iluminada por dentro, qué maravilla, restos del arco del triunfo soñado una noche de ilusiones perdidas. La única obra conmemorativa de la fecha formará un mazacote con los leones de bronce y la fachada art deco de la Secretaría de Salud. Pusieron el inesperado adefesio donde se les pegó la gana.
Frente al edificio del Seguro Social la comitiva se detendrá un minuto para rendir homenaje a cuarenta y nueve niños achicharrados en una guardería infame de la benemérita institución, cuyos dirigentes, el anterior y el actual, cobijados por la justicia y premiados por su labor, se unirán tranquilos a la ceremonia.
La Columna de la Independencia, panteón vacío, será alto obligado para certificar si los restos sacados a pasear en una decisión delirante, volvieron a su tumba. Nunca los héroes de una patria, cualquiera que sea, habían sido tan humillados. No se discute su obra, motivo de la fiesta, sino la pertenencia de huesos cuya autenticidad la da una devoción bicentenaria más auténtica que un dictamen del CSI. Es previsible que para entonces, con precipitación patriótica, los despojos estén de regreso en su cripta para descansar en paz.
Nadie dejará una ofrenda en la Bolsa de Valores, indiferencia ingrata ante una institución a la que tantos mexicanos debemos tanto. Sí las habrá ante la estatua de Cuahutémoc para agradecerle su sacrificio a favor de los indígenas que hoy, 5 siglos después, viven igual o peor que durante su reinado en Tenochtitlan.
Al cruzar Insurgentes los caminantes no podrán creer lo que ven: de una manzana entera en el terreno más caro de América Latina emerge un conjunto anárquico de cilindros, paredes curvas y rectas donde se alojará, cuando lo terminen, si lo terminan, el palacio opulento de la Cámara de Senadores, el edificio gubernamental más costoso construido en México en la última década.
Digno de un país próspero, sin problemas de salud ni educación, que puede permitirse ese dispendio equivalente a la construcción de 100 escuelas, 50 hospitales, 500 kilómetros de caminos, un millón de becas para buenos estudiantes pobres, 2,000 asilos para ancianos y 10,000 guarderías infantiles a prueba de incendios.
Ante la estatua de Cristóbal Colón un vistazo a los cuatro monjes apenados, inclinados como diciendo ¿para esto los descubriste? Desde ahí se vislumbra el Monumento a una Revolución cuyas consecuencias el actual no gobierno no parece muy gustoso de celebrar. Y la glorieta de la Lotería Nacional que ha hecho felices muchos hogares de sus funcionarios. Así se llega al Hemiciclo a Juárez, encapuchado hace algunos años por un sinarquista, el yunque de aquella época, y a quien hoy, desde el poder, continúan encapuchando al menguar todos los días sus principios liberales y laicos y, de vez en cuando, agasajan con fervor ficticio.
Tardó menos el Palacio de Bellas Artes en su construcción que en sus reparaciones y no estará listo para este bicentenario, tal vez para el otro. Avanzarán a la sombra del Banco de México sin detenerse, recordando que hace poco más de tres años el dólar estaba a menos de 10 pesos. Al cruzar San Juan de Letrán verán con disimulo que hoy se llama Lázaro Cárdenas y alcanzarán a llegar, sin sofocos, al Palacio de Iturbide para elevar alguna plegaria por el primer imperio.
Ante sus ojos se abrirá el destino de México en un Zócalo sobreviviente de todas las fiestas. Una empresa probada en Las Vegas se encargará del espectáculo. Otra, de las figuras espantosas que en Buenos Aires viste de gauchos, en Texas de cowboys y en México de Hidalgo, Morelos y Guerrero. El gran fin de fiesta por toda la compañía será un parte aguas de nuestro peregrinar por la historia. El Señor Presidente de la República dará dos gritos en vivo y en directo, por primera vez y antes que ningún otro medio de información: el primero a las 11 de la noche del 15 en Palacio Nacional y el segundo, aunque usted no lo crea, a las 6 de la mañana del l6 en Dolores Hidalgo.
Deberíamos averiguar si en 1810 ya se había establecido la hora de verano, posibilidad que daría lugar al record mundial: un tercer grito que nadie podría superar jamás.
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