¡¡Exijamos lo Imposible!!
Un cadáver vigoroso y rozagante
Juan José Morales
Escrutinio
Para tratarse de un cadáver electoral, Andrés Manuel López Obrador se vio anteayer bastante vigoroso y rozagante. Y para ser un cartucho quemado de la política, me pareció que todavía conserva la pólvora necesaria para llenar nuevamente con sus simpatizantes el Zócalo de la Ciudad de México y mantenerlos ahí durante cuatro horas escuchando a tres docenas de oradores, inclusive él mismo. Ello a pesar de la amenaza de aguaceros, de que no cuenta siquiera con el respaldo de los dirigentes del PRD —mucho menos con los recursos económicos y maquinarias de acarreo como las del PRI y el PAN— y que durante cuatro largos años ha sido objeto de una doble campaña por parte de los grandes medios de comunicación y en especial la televisión, que se vanagloria de moldear la opinión de los mexicanos: una campaña de ostracismo y silencio informativo sobre sus actividades y declaraciones, y otra —simultánea con la anterior— tendiente a menoscabar su imagen y restarle simpatizantes, difamándolo y ridiculizándolo con todo género de calificativos burlescos.
Desde luego, todo eso es para consumo externo. En el gobierno y en los altos círculos de la política y los negocios se toma muy en serio a AMLO. Tan es así que el PAN intentó vanamente que el Instituto Federal Electoral le impidiera realizar su concentración popular del pasado domingo. Para tratarse de “un loquito que se cree presidente” y al cual —según muchos comentaristas políticos— ya nadie toma en serio, la petición panista se antojaba excesiva. Por el contrario, era mejor dejarlo realizar su mitin para que él mismo, López Obrador, se pusiera en ridículo hablando ante una plaza vacía.
Pero si el IFE no accedió a la demanda del PAN, tampoco fue por respeto a los derechos políticos de AMLO y a las libertades de reunión y manifestación de las ideas, sino porque sabía que la prohibición sería inútil, que de todos modos la gente acudiría al Zócalo y que a la postre el tiro le saldría por la culata y López Obrador ganaría más adeptos al ser víctima de una persecución política.
Pues bien, el hecho es que prácticamente El Peje ya inició su carrera en busca de una segunda nominación como candidato a la presidencia de la República. Y no faltarán, desde luego, quienes saquen a colación la consabida y muy manida frasecilla de que “nunca segundas partes fueron buenas”, que ya su estrella se eclipsó, que ni en sueños podrá conseguir el gran caudal de votos que obtuvo en 2006, y que si insiste en sus pretensiones se encamina a una segura y dolorosa derrota. Tal vez alguien le dijo algo parecido a Luiz Inácio Lula da Silva, el actual presidente brasileño, para hacerlo desistir de sus propósitos de volver a ser candidato después de que en 1989 —al igual que AMLO en 2006—, tras una intensa campaña de difamación en su contra y de un fraude electoral que lo despojó de la victoria, perdió por estrecho margen. Pero persistió, y aunque volvió a perder en las urnas en 1994 y 1998, finalmente, en 2002, alcanzó el triunfo y —reelecto en 2006 por su excelente desempeño al frente del gobierno— pudo sacar a Brasil de una prolongada crisis y llevarlo a una posición de vanguardia en materia de desarrollo económico, influencia diplomática, estabilidad financiera, educación y bienestar social.
De modo, pues, que un segundo intento por parte de López Obrador no tendría nada de particular. Y no creo que en su caso ocurra lo mismo que con Lula. Esto es, que deba batallar por tres elecciones más antes de llegar a la Presidencia. Al contrario de lo que reza el dicho popular, de que “no está el horno para bollos”, pienso que sí lo está. Es decir, que las condiciones sociales y económicas de México son propicias para que AMLO alcance la victoria en 2012. Ya llevamos 35 años de crisis bajo gobiernos del PRI y del PAN. Quizá sea hora de probar otra sopa.
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