Iztapalapa
Luis Javier Garrido
Luis Javier Garrido
Los actos de corte abiertamente fascista con los que el gobierno de facto de Felipe Calderón está manipulando el proceso electoral de 2009, con la intención de hacer prevalecer al PAN por sobre los demás partidos, y tratar de apoderarse del poder político a nivel local, siguen degradando la vida política de México, dañando a la economía y exacerbando la ira popular.
1. La mascarada seudolegal pactada por Calderón con Jesús Ortega para imponer con un fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) a Silvia Oliva –aliada de Los Pinos– por sobre la lopezobradorista Clara Brugada –abanderada del movimiento popular–, como la candidata del PRD a la jefatura delegacional de Iztapalapa, con vistas a que el PAN se apodere de la capital en 2012, ha sido tan burda que ha terminado por desenmascarar a los dos cómplices.
2. El desastre institucional que han ahondado en el país los asesores del Partido Popular español que Calderón trajo para poder mantenerse en el gobierno no puede, sin embargo, extrañar a nadie, ya que el michoacano, que llegó a la silla presidencial por un fraude electoral, se ha mantenido en el poder a pesar de su desastrosa gestión por el uso faccioso de las fuerzas armadas y una costosísima campaña mediática, y no tendría otra opción para prevalecer que el fraude que está de nuevo preparando en este 2009.
3. Los llamados al abstencionismo o a la anulación del voto que han proliferado en este proceso han generado una enorme confusión porque han provenido de diversos horizontes políticos y tienen propósitos opuestos, ya que si bien un sector de ciudadanos asqueados por el sistema electoral fraudulento y las manipulaciones que están haciendo Calderón y los panistas convocan como protesta a abstenerse o a anular el voto (sin darse cuenta de que su propuesta no tendría efecto dado que, como en pasado, la principal consecuencia de ella sería que panistas y priístas se repartiesen sus votos), desde la derecha se promueve también esta reacción para desmovilizar a los sectores populares.
4. La realidad de las cosas es que la llamada “transición mexicana” no ha sido más que un proceso de regresiones en lo económico, en lo social y desde luego en lo político, y particularmente en lo político-electoral, donde a) el IFE, en manos de pillos del partido en el gobierno, no es más confiable que la Comisión Federal Electoral que existió hasta 1995; b) el TEPJF, lejos de garantizar procesos democráticos no ha sido más que un instrumento del Ejecutivo y no ha tenido más función que presentar como “legales” las imposiciones políticas; c) los ciudadanos siguen sin tener otras vías institucionales de participación democrática, y sin que se les reconozcan derechos políticos plenos; y d) los partidos políticos, de ser instancias ciudadanas, se han convertido en instrumentos del poder oligárquico, financiados y sometidos por el Estado para hacer viable la imposición del modelo atroz del capitalismo neoliberal que entrega el control de las riquezas de las naciones y de los derechos de los pueblos a los consorcios trasnacionales.
5. Los partidos políticos han sufrido en los años del neoliberalismo una mutación profunda en sus principios, su organización y sus objetivos y en su casi totalidad se han subordinado a los dictados de los organismos financieros internacionales y del gobierno de Washington de tal suerte que en buena parte de los países los ciudadanos no tienen opción en las elecciones: todos los partidos se asemejan, y cuando en alguno surge una corriente disidente el Estado tiene los medios para someterla, por la sencilla razón de que los partidos no representan intereses populares, y ése es el proceso por el que atravesó el PRD: es bajo la conducción de los chuchos, al igual que el PRI y el PAN y sus aliados, un instrumento de los grupos oligárquicos.
7. La corriente llamada Nueva Izquierda o de los chuchos del PRD, que se apoderó del aparato partidista en una paciente labor de zapa de varios lustros con el apoyo de los gobiernos panistas de Fox y de Calderón y el aval del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que la ha seguido apoyando en los últimos años, según se ha señalado, por resentimiento con el movimiento popular que respaldó a Andrés Manuel López Obrador, funge como un ariete del capitalismo neoliberal y del propio PAN para terminar de liquidar un proyecto político, reconvirtiendo al PRD en un partido paraestatal o palero: una versión de la socialdemocracia a la mexicana que apoye al gobierno espurio de la ultraderecha y colabore al desmantelamiento del Estado mexicano y de sus instituciones sociales.
8. Las prácticas gangsteriles y depredadoras de las que muchos militantes han acusado a Jesús Ortega y a muchos de sus cómplices, para terminar de destruir un proyecto político y uncirlo al modelo neoliberal, poniéndolo al mismo tiempo al servicio del grupo yunquista del PAN, no se inscriben, en consecuencia, más que en ese proceso global, que en América Latina han respaldado fuerzas políticas que se pretendían “de izquierda” y “democráticas”, hoy completamente corrompidas como Acción Democrática, de Venezuela, o el APRA, de Perú.
9. La respuesta ciudadana ante el doble desafío de a) un sistema electoral fraudulento como el que Carlos Salinas de Gortari pactó en 1988 con los panistas (que ahora lo están traicionando alentados por el PP español) para entregarles la Presidencia en 2000, y b) el hecho de que las opciones se cierren y el aparato del PRD esté en manos del gobierno, debe seguir siendo, por lo mismo, la organización, la movilización y la resistencia civil, pero si existe un resquicio electoral y hay candidatos democráticos del movimiento popular bajo los emblemas de Convergencia y del PT hay que votar por ellos y evitar que la derecha fascista se apodere por completo del aparato electoral.
10. Muchos mexicanos lo han entendido y la disputa por Iztapalapa va a ser, por eso, larga, pero es desde ahora ya significativa, pues el proyecto oligárquico manipulador va a encontrarse muchas más resistencias de las que supone.
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