Iztapalapa ha creado su propia simbología, pero no hablamos del mundo prehispánico ni de la crucifixión de cada año, sino de la lamentable situación política de México. Una lucha de muchos años, encabezada por Clara Brugada, desde que la gente por ella dirigida se defendía de policías y líderes priistas en favor del derecho a la vivienda, al agua, al trabajo, a la cultura, a la libertad de asociación, hasta que llegó el día en que había que luchar por convertir la administración pública local en un instrumento de la política y de la ética. ¿Cuántos años? Más de treinta.
Hoy los símbolos de Iztapalapa son los mismos: un tribunal en prevaricato, unos políticos facciosos, una dizque oposición panista que advierte que jamás admitirá que Clara llegue a la jefatura delegacional si acaso se obtiene la mayoría por vía del PT y, finalmente, una dirección nacional del PRD que no defiende a su propio partido de la arbitrariedad y el atropello.
Las autoridades electorales están obligadas a respetar la vida interna de los partidos sin convertirse en órganos internos de los mismos, no obstante lo cual el Tribunal Electoral realizó el cómputo de la elección interna de Iztapalapa después de haber “atraído” el caso desde la Sala Regional como si se tratara de un inusitado litigio en unos comicios constitucionales.
La dirección nacional del PRD está obligada a defender al partido mismo frente a un acto jurisdiccional ilegal e ilegítimo, que ha lesionado tanto la vida interna de la organización como los derechos de millares de sus militantes.
A cambio de lo anterior, tenemos un mundo al revés. López Obrador, a quien podría criticarse por apoyar a aspirantes ajenos al PRD, en Iztapalapa ha salido en defensa de la legítima candidata del partido, pero algunos perredistas han visto en eso una conducta repudiable, lo que sólo se revierte en contra de tales críticos, incapaces de hacer todo lo posible para defender a la organización de la que forman parte.
Varios medios de comunicación entran a terciar en este debate, pero sólo para seguir atacando a López Obrador cuando en realidad repudian por igual a todo el PRD por no ser la izquierda que quisieran para México, es decir, algo por completo inofensivo.
Y otra vez, montañas de calificativos contra Andrés Manuel sin analizar el fondo del problema de Iztapalapa, el cual, por lo demás, ni siquiera les importa.
Clara Brugada es la legítima candidata del PRD en Iztapalapa. Si para eludir una sentencia infame del Tribunal hace falta dar la vuelta, como ocurrió con Cámpora en Argentina cuando Perón –el verdadero candidato— carecía de derechos políticos en su país, entonces hay que hacerlo sin titubeos, con la necesaria congruencia partidista y firme posición democrática. Muchas revocaciones de resultados preelectorales, dictadas en esta temporada por el Tribunal, han sido revertidas por la dirección del PRD, la cual ha insistido en los candidatos originales o en personas del mismo grupo interno. En Iztapalapa, sin embargo, las cosas han sido diferentes, lo cual sólo demuestra una actitud facciosa en contra de Clara Brugada.
Si no se admite el intento de dar la vuelta a las cosas mediante el llamado a votar por el PT, entonces que se arregle el conflicto internamente y se permita que Clara Brugada siga siendo la candidata registrada del PRD para dejar esas mismas cosas en su estado original. No es aceptable la queja de lo mismo que prohíja el quejoso.
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