viernes, 15 de mayo de 2009

Que cinismo el de Ger-man Mentiras

¡¡Exijamos lo Imposible!!
El affaire De la Madrid
Epigmenio Carlos Ibarra
2009-05-15

Rompió Miguel de la Madrid, en entrevista concedida a Carmen Aristegui, la tradición de silencio. Se atrevió, además, el ex presidente, a hablar con la verdad; algo que ni se estila ni se soporta en el PRI y momentáneamente el viejo sistema de complicidades y corruptelas conocidas y sufridas por todos pero negadas, calladas y solapadas siempre por el poder, se vino abajo. Por unas horas se tambaleó, desde sus mismos cimientos, lo que queda en pie del viejo régimen de partido de Estado, justo cuando se festeja anticipadamente, su restauración.

Ni Vicente Fox con sus diatribas y amenazas de pisotear víboras tepocatas y atrapar peces gordos. Ni Felipe Calderón con sus discursos encendidos contra el crimen se atrevieron a tanto. Nunca, ninguno de ellos, puso nombre y apellido como Miguel de la Madrid a quienes nos robaron. Nunca al menos más allá del ardor momentáneo del mitin electoral.

No lo hicieron jamás, ya en el poder, pues para preservarse en él han debido cohabitar y conspirar con ellos al grado de deberles uno: Fox la libertad y la fortuna de la que goza pese a las muchas acusaciones de corrupción que sobre él pesan y otro: Calderón estar sentado “haiga sido como haiga sido” en la silla presidencial.

Como priistas conversos que son —por lo menos en lo que se refiere a usos y costumbres del antiguo régimen y a su ancestral inmoralidad a la que se refiere, apuntando a Salinas de Gortari, Miguel de la Madrid— asumieron tanto Fox como Calderón con disciplina y también como medida de sobrevivencia y autoprotección; la inacción, el silencio, la preservación efectiva de ese manto de impunidad que por décadas ha permitido a quienes nos gobiernan medrar con absoluta libertad.

Hoy, en el colmo del cinismo, Germán Martínez trata de llevar agua a su molino. Quiere sacar ventaja electoral de las declaraciones del ex presidente De la Madrid, convertirlas en un puro instrumento de campaña, como si no fueran estas declaraciones también, de alguna manera y como lo es la confesión de Carlos Ahumada, una acusación directa contra su propio partido.

Era la primera obligación del PAN hecho gobierno, con el respaldo además de millones de votos libres, desmantelar, demoler el aparato de corrupción e impunidad del antiguo régimen. Sin esa acción primordial no había tránsito posible y real a la democracia. Puede entenderse incluso que, para preservar la paz, se avanzara gradualmente en esa dirección. Cobarde e indigno ha resultado, sin embargo, ni siquiera empuñar el mazo para comenzar esta tarea.

Ahí tranquilos en su casa ejerciendo su influencia o peor aun instalados en las dirigencias sindicales o en altos cargos de gobierno están quienes nos robaron; ahí siguen libres gozando sus fortunas quienes hicieron negocios ilícitos al amparo del poder; por ahí se mueven impunes quienes se relacionaron con el narcotráfico. Nada se ha hecho, nada se hace para someterlos a la justicia. Ni siquiera para exhibirlos; al contrario, de la mano con ellos se gobierna, mimetizados con ellos se rigen los destinos del país.

Hoy, de cara a las elecciones, quieren los panistas, expertos en esto de escurrir el bulto, arrebatar unos cuantos votos al PRI. Despliegan para el caso sus estrategias de guerra sucia y como sucio es el caso de Carlos Salinas de Gortari y sus hermanos les viene como anillo al dedo. Al final es tan sólo propaganda, no hay afán verdadero de justicia ni vocación democrática real. Se trata sólo de repartirse el pastel. De seguir haciéndolo entre los mismos. ¿Qué diría Manuel Clouthier de todo esto?

Miguel de la Madrid, un hombre del sistema, es quien tuvo, quién iba a pensarlo, el valor de hablar, digo, desde dentro, porque muchos otros lo han hecho desde fuera. De ahí el enorme valor de su testimonio. Está De la Madrid ya, se siente en su voz, se advierte en la gravedad de sus dichos, en el umbral de la muerte. Quizás por eso decidió hacerlo.

Poco duró, sin embargo, al ex mandatario, el atrevimiento. Ningún respeto han mostrado a su condición sus correligionarios; escandalizados por las revelaciones, encabezados por un indignado Salinas de Gortari, le han diagnosticado una fulminante “senilidad prematura” y lo han forzadoque para eso son buenos; para la extorsión y la amenazaa desdecirse declarándose él mismo, qué triste final para cualquiera, incapaz ya de “procesar adecuadamente diálogos o cuestionamientos”.

¿Será que piensa Salinas de Gortari que quienes escuchamos la entrevista padecemos también senilidad prematura? ¿Será que nos considera incapaces de procesar adecuadamente lo que escuchamos? ¿Creerá de verdad que habremos de tragarnos el cuento de la periodista abusando del anciano ex presidente? ¿Pensará quizás que no hemos sufrido suficientemente las consecuencias del atraco perpetrado por él y otros muchos como él?

No debe ser éste el “escándalo de temporada”, un affaire más de campaña. Caer en esa provocación o bien en el juego de quienes hoy cínicamente, como si fueran ajenos al drama, buscan votos cuando no han sabido buscar la justicia sería tanto como conceder la razón a Salinas de Gortari. Memoria, justicia y democracia o van de la mano o no va ninguna.

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