México humillado
05 mayo 2009
Y ofendido también. Afuera, el trato que han recibido decenas de mexicanos, sobre todo en China, ha sido calificado por la Cancillería de inaceptable. Un eufemismo cobardón para referirse a una cacería humillante y violatoria de quienes de pronto fueron detenidos como si se tratase de delincuentes, trasladados contra su voluntad para exámenes médicos exhaustivos y luego encerrados en hoteles sellados por una cuarentena que en realidad es una prisión.
A cambio, los chinos nos arrojaron una limosna de un millón de dólares y un montón de cubrebocas, made in China, por supuesto.
Con los amadísimos cubanos, a quienes tanto hemos defendido en foros internacionales, las cosas no han marchado mucho mejor. ¿Todavía irá Calderón a Cuba? Igual con los argentinos a quienes asilamos masivamente hace no muchos años. Así que ya habrá tiempo de ajustar nuestra lista de amigos.
Mientras tanto, la respuesta del gobierno es francamente blandengue y tardía. Ni una sola protesta formal y mucho menos enérgica.
Consuela, por cierto, el siempre sorprendente señor Obama, quien teniendo, él sí, millones de razones en cruces fronterizos y en cientos de vuelos semanales, ni ha cerrado la puerta ni ha bajado la cortina. Le debemos una.
Lo malo es que aquí adentro hay también un sentimiento de humillación y ofensa. La primera ejemplificada en las largas colas a las afueras de los hospitales públicos y las atestadas salas de espera aguardando el diagnóstico del miedo y la ayuda oportuna para salvar la vida.
Ya suman cientos las quejas contra las instituciones federales de salud, por la ineficacia y el maltrato sobre todo a los más pobres; una negligencia criminal frente a la que no se ha dado una orden clara y contundente para otorgar atención expedita y humanitaria; con dispensa de cualquier burocracia absurda ante la magnitud de la emergencia.
En este sentido faltó también liderazgo a nivel nacional. En el caso de la capital, ésta salió mejor librada por una presencia más consistente del jefe de Gobierno. A pesar de las medidas draconianas que semiparalizaron la ciudad y que habrá que analizar si eran justificables. Por lo pronto hay que reconocer que Ebrard no dudó en arriesgar su capital político. Aunque ya luego tendremos que reflexionar sobre deberes y haberes derivados de esta crisis.
Ahora, ofende también que no nos digan toda la verdad. Por ejemplo, que la mayoría de los muertos son pobres. Y que esta pobreza es consecuencia de un modelo económico inhumano, en el que la inversión extranjera es más importante que la salud de los mexicanos.
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