40 años del genocidio
Tenía 15 años cuando conmemoré por vez primera un aniversario del 2 de octubre. Eran 30 años del magnicidio y mis maestros de la prepa, de esos pocos idealistas que aún tiene mi México descolorido, nos invitaron a realizar actividades para recordar una de las injusticias más grandes que se haya hecho en el México moderno.
Recuerdo muy bien haber pintado una mano con la “V” de la Victoria, muy subversiva, con técnicas de difuminado (carbón). Abajo puse una leyenda que decía “México exige respuestas. El 2 de octubre no se olvida” con letras rojas. Estaba orgullosa. Creía que estaba dándole el merecido homenaje postmortem a quienes alzaron la voz y tuvieron granadas, balazos y palos por respuesta. Lo hice porque sabía que una hecatombe había ocurrido allí: dejaron de ser vistos como humanos para ser matados a quemarropa como viles bueyes. Pensé que era la mejor manera de agradecer su valentía. Yo quería saber si era posible despertar igual que ellos.
Nadie me dijo que dos años después esa “V” sería empleada por el primer presidente que hizo uso de la mercadotecnia de las masas y de la psicología social para granjearse a los que estaban hartos del sistema obsoleto y corrupto que ofrecía el priísmo. Nadie me dijo tampoco que, diez años después, la conciencia y la noción social de lo que es una injusticia a mano armada de plano ya no estaría registrada en los cerebros de sus habitantes. ¿O será que el miedo ya los cautivó y les ha borrado el sentido de dignidad y libertad a la que todos tenemos derecho?
El 2 de octubre no se olvida. No se trata de vestirse de hippies y andar por las calles haciendo marchas sin sentido. No se trata de hacer películas con ese tema y luego apagar el cerebro ante las condiciones en las que vivimos. Un genocidio se hizo aquella vez, y un genocidio progresivo vivimos en este país de la indolencia política y social. Alguien que tenga juicio entenderá mis palabras. No se trata de sublevarse, se trata de actuar en favor de nuestras garantías individuales y sociales.
Que el 2 de octubre no se olvide. Y que la dignidad sea lo último en morir.
Descansen en paz los muertos de ayer y de hoy.
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