ECHEVERRIA MIENTE
En una entrevista reciente Luis Echeverría culpó a los cubanos y soviéticos por los conflictos del 68 y dio una muestra clara sobre la inclinación de los políticos de continuar mintiendo aun cuando las evidencias históricas se van develando. No sé si es el esfuerzo a defender con las uñas esa verdad propia por ignominiosa que sea, o si su perversión simplemente no tiene límites, llevándolos a mentir con todo cinismo, o ambas.
La única vez que hablé con este personaje fue para llevarle mi libro sobre su sexenio (El deterioro del Presidencialismo mexicano); yo era funcionario de la UNAM y había un serio conflicto estudiantil, el que según muchos estaba siendo azuzado por Echeverría, aunque a mí me parecía que era Carlos Salinas. Al ex-presidente le preocupaba muy poco mi libro, el que además ya conocía, sino que él quería saber algo sobre el movimiento estudiantil, por lo menos, una de las visiones de un funcionario universitario, aunque mi opinión no representara la de nadie más, cosa que él no sabía, pero completaba de alguna manera el gran cúmulo de datos que él recibía; yo le respondí:
- Lo importante de este movimiento es que está muy bien cuidado y no ha habido violencia.
El, con vehemencia respondió:
- Los estudiantes siempre son culpables de la violencia.
Yo insistí:
- La violencia siempre la genera el Estado.
Era claro que los dos nos habíamos remitido al 68; él había expresado con claridad su visión sobre la responsabilidad histórica en esos hechos y que le trasladaba el peso de la represión a otros, y yo era una voz de los agraviados que pudo acercársele para decirle que él como miembro de un estado represor era tan culpable como el que más.
El dio por terminada la entrevista y nunca más volví a oír de él, no obstante haber pactado una entrevista para conocer sus opiniones sobre el libro. Lo que sí sucedió fue una persecución implacable en la que participó el actual rector de la UNAM, aliado al hijo de Echeverría, que así pensaba lograr un apoyo para llegar a ese puesto. Mi libro fue retirado de la circulación y yo recibí una amenaza de muerte que me invitaba a guardar silencio, no obstante que en el mismo yo sostenía la tesis echeverrista que él no pudo haber dado la orden directa de disparar contra los estudiantes, lo que no lo exime de haber ayudado a crear el ambiente propicio para la gran represión.
En el libro Parte de Guerra, Scherer ayuda a limpiar la imagen del secretario de la defensa, sosteniendo que había una maniobra diseñada por el Estado Mayor Presidencial y que fueron francotiradores de este cuerpo los que iniciaron la balacera que produjo centenares de muertos.
Los estudiantes nunca tuvieron intenciones de derrocar al gobierno y Echeverría fue muy claro al demostrar que en su cultura autoritaria los estudiantes no podían pretender hablar con el gobierno de tú a tú y mucho menos solicitar la rendición de cuentas.
En la entrevista en cuestión, y esto no es nuevo, Echeverría le ha echado toda la culpa a Díaz Ordaz y aunque en efecto el presidente era responsable de la movilización del ejército, Echeverría no puede argüir haber sido un observador menor de los eventos, especialmente porque él es el gran ganador de la masacre, con ella se derrumbaron las posibilidades de sus contrincantes por la presidencia y ayudó a crear un ambiente de tensión y crispación en el país.
La sociedad tiene la obligación de no olvidar ni permitir que se olviden los actos de agresión, porque esto debe ayudar a que no se repitan. Los políticos apuestan a la mala memoria social y la sociedad debe preservar la historia de abuso.
La herida del 68 no se ha cerrado. Declaraciones como las del político con las manos ensangrentadas (durante su gobierno continuaron los actos de represión) solamente ayudan a echarle sal.
Echeverría se ha ganado un espacio entre los gobernantes que agreden a su sociedad, ya está en la lista de los que solamente pensaron en la brutalidad para justificar su paso por el gobierno. En el 68 se trató de borrar las señales de la ignominia cremando los cuerpos de los jóvenes asesinados y durante su gobierno se condujo una guerra sucia para eliminar a los guerrilleros, los que por cierto se entrenaron en Corea como resultado de las represiones de 68-71, y no antes, como él asevera.
Así como no podemos tolerar a los que tratan de borrar al holocausto, menos podemos hacer con los que tratan de distorsionar la historia para artificialmente limpiar su imagen.
A cuarenta años de la infamia, debemos tener muy presente que Echeverría es el único ex-presidente mexicano acusado y encontrado culpable de genocidio, y aunque las argucias de sus abogados han logrado mantenerlo encerrado en casa, el dictamen histórico es inapelable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario