En Los Pinos declaran la guerra al narco y militarizan al país. Pactan con lo peor del PRI a cambio de no llevar ante la justicia a sus próceres delictivos, ex presidentes, senadores, diputados y gobernadores. En Los Pinos se acuerda emitir la alerta 5 por la epidemia de influenza A y las hoteleras transnacionales, multimillonarias, despiden temporalmente a 100 mil personas y sus chequeras quedan intocadas. Desde Los Pinos nos anuncian que la guerra y la militarización salvaron a nuestros hijos e hijas de las drogas, y a la humanidad entera. En Los Pinos nos dicen que esta crisis del país era inevitable, que alguien tenía que comenzar la guerra; que nadie puede evitar que asesinen periodistas, que no se pudieron evitar las muertes por epidemia, ni los feminicidios. En Los Pinos nos dicen que a los narcos hay que encarcelarlos, pero luego sus colegas vacían las cárceles en cinco minutos o en los estados los criminales las dirigen haciéndolas sus cuarteles.
Las crisis no son culpa de los medios, como aseguran algunos, son resultado de estrategias políticas, empresariales, criminales. La crisis, diría Eduardo Galeano, multiplica el miedo, y el miedo convierte la injusticia en fatalidad del destino. La guerra y la crisis multiplican la pobreza y la pobreza ofrece brazos que trabajan por poco a nada con tal de alimentar a sus familias. La guerra, sigue Galeano, otorga dinerales a los traficantes de armas y secuestradores de civiles. La guerra asesina a los que denuncian las causas de la guerra, para que la guerra y la crisis sean tan inexplicables como inevitables.
Pero la crisis y la guerra no nos quiebran. Nos indignan, nos agotan, nos desalientan, nos confunden, pero no nos quiebran. Mexicanas y mexicanos seguimos intuyendo que todo va a mejorar, que el país va a transformarse. Algunos dicen que se necesita una revolución, otros una elección limpia, algunos dicen que basta una nueva educación. Para hallar respuestas necesitamos conocer la verdad y hacer preguntas útiles.
Lo que sí sabemos es que si no nos informamos, no hay manera de indignarse y sin indignación sólo hay esclavitud y silencio. Cuando Televisa oculta en sus noticiarios las declaraciones de Miguel de la Madrid, o las violaciones de militares en Juárez; cuando vende silencio, lo mismo que noticias, nutre la crisis. Cuando nos quedamos sólo con la versión oficial nutrimos la crisis, alimentamos el miedo. Cuando creemos que persistir en mostrar a los poderosos corruptos es un circo inútil, les damos más poder para ser más corruptos. Cuando creemos que buscar la verdad es ser pesimista, o que criticar a un partido es ser partidista nulificamos el debate.
Sí, habrá que seguir señalando, desentrañando la verdad, indignándose ante la violencia, la mentira oficial y la corrupción. Trabajar en cada espacio personal y comunitario es indispensable, pero no es sino con la búsqueda que se encuentran respuestas, alianzas, soluciones. Somos 104 millones de mexicanas y mexicanos, sólo 0.5% nos gobierna, pero la crisis y el miedo nos han hecho creer que nuestras vidas y nuestro futuro están en sus manos. ¿No es eso extraño?
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