Barata de escándalos
Eduardo Valle
Eduardo Valle
La cuadratura del círculo
Miguel de la Madrid acepta en una entrevista con Carmen Aristegui que lamenta habernos impuesto a Carlos Salinas de Gortari (felicidades: con ésta son tres columnas donde aquí se le cita en línea). Y luego se lanza a recitar partes del libro El Segundo Disparo, publicado por este autor en 1995. Pero no se atreve a mencionar a quien fuera su secretario particular, uno de los ejes del citado libro: Emilio Gamboa Patrón. El ex presidente se lanza sólo sobre la familia Salinas; en particular sobre el llamado “10%”: Raúl Salinas de Gortari, quien, dice, se habría comunicado y recibido millones de dólares del narcotráfico. La entrevista, hecha para publicarse en un libro, se da a conocer la mañana del miércoles 13 de mayo. Y para la noche de ese mismo día, don Miguel, previa visita amable de don Emilio Gamboa Patrón a su casita en Coyoacán, se declara enfermito y afirma que sus declaraciones carecen de precisión y validez. La enfermedad lo atontó y ahora dice cosas sin ton ni son. Pero el escándalo ya está en la calle. Y nada más. Hasta ahí: otro escándalo más sin ninguna consecuencia judicial. Y ese es el verdadero problema.
¡Caramba!: la clase política mexicana es tan cínica que permite a un individuo como Gamboa Patrón -quien debió ser defenestrado por el escándalo de El Segundo Disparo, fundado en documentación oficial, exacto: de la propia Secretaría de Comunicaciones y Transportes- permanecer en los primeros planos de la política y luego convertirse en el “pastor” de los diputados priístas en la presente legislatura federal. Es la mejor prueba de que no pasó nada; no pasa nada, no pasará nada. Esa es la divisa de nuestros políticos: haz negocios y cobra tú cheque. Y cállate. Eso es todo. Si alguien te menciona por ahí -con o sin pruebas- ni te preocupes: te están haciendo famoso. Entras al concurso de quién es el más mencionado en los medios. Eso es todo. De cualquier manera esa fama es efímera: las posiciones, no. Esas son las importantes. Junto a los negocios y los cheques. Todo lo demás son tormentas pasajeras, efímeras. Ya se olvidarán de ti. Y de Kamel Nacif y de Succar Kuri. Ya vendrá otro a escandalizar.
Las buenas conciencias (por un ratito) se conmocionan. Se exigen por ahí investigaciones judiciales.
Las autoridades demandan que quienes escandalizan vayan al ministerio público a formalizar la denuncia. Y como todos conocen las claves del juego, la calma regresa por unos días (u horas) y habrá que esperar un nuevo escándalo para que las buenas conciencias se conmocionen de nuevo. Y así es este juego de Juan Pirulero en donde cada quien atiende su juego.
Con todo, los escándalos lastiman: ahora le toca el turno a los Salinas, a Gamboa Patrón y al poderoso senador Manlio Fabio Beltrones (el secretario particular de “Don Fernando” Gutiérrez Barrios, el de la Dirección Federal de Seguridad y de Gobernación). A todos ellos les ponen desde algún lugar un “estate quieto”, y a los electores les recuerdan de pasada lo que era (es: ver Colima) el PRI. A unas semanas de las elecciones generales federales. Cuando el eje de la campaña nacional panista es: “PRI: cómplice de los narcotraficantes”. Como si nada pudiera decirse de Vicente Fox, su familia y lo sucedido en los seis años de gobierno del guanajuatense. Pero tengamos calma. En esta temporada electoral, con y sin IFE, y a quién le importa el IFE, vamos a contemplar embelesados más y mejores escándalos. Para que se nos olvide que los de las escandaleras están ahí porque nosotros -con nuestro voto, acciones u omisiones- los pusimos ahí. Y ese sí es un verdadero escándalo del cual pocos quieren hablar.
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