Pronabes y el Down dubidú Dow Jones
Viernes, 10 Octubre, 2008
Viernes, 10 Octubre, 2008
¿No es curioso que desde que Jelipillo tocó la campana en la bolsa de Nueva York en pleno Wall Street el sistema capitalista, más salvaje que nunca, comenzó a desparramarse? Pasó como cuando Calderón hace airados llamados contra el narcotráfico y en respuesta aparecen más descabezados, se desatan las balaceras y abundan los granadazos. Quizá sea buen momento para invitarlo a bailar a Chalma o a Catemaco para que le hagan una limpia.
Y como si no fuera suficiente con el eterno chiste carstensiano –que no es nada cartesiano— acerca de la crisis económica global y el catarrito nacional (piedad, que alguien le avise a Mr. Carstens Carstens que el Dow Jones se transformó en el Down dubidú Dow Jones y que la cosa se está poniendo del nabo y él en chanclas), la cosecha de malas noticias nunca se acaba.
Hay un programa llamado Pronabe (Programa Nacional de Becas), encargado de apoyar a los estudiantes de bajos ingresos pero con buenos promedios para que las adversidades económicas no les impidan desarrollarse como es debido y no acaben en la Secretaría de Hacienda. Una noble intención aunque magra para el esfuerzo que requiere (las becas van de setecientos cincuenta a mil pesos mensuales) y que, tristemente, se ha visto estrangulado, fundamentalmente en Nuevo León, donde Nati González Parás está muy deprimido porque la iniciativa privada regia lo puso como lazo de cochino por dejarla desamparada ante el crimen organizado. Tanto que no se ha preocupado por destrabar los recursos para que mil setecientos chicos no pasen carencias.
El dinero simplemente se ha extraviado en un laberinto burocrático entre los bancos que tienen la misión de distribuirlo y el gobierno local y federal que se hacen patos, en consonancia con las estrategias del “Vamos ganando aunque no parezca”.
O sea, cuando el Estado blanquiazul, que se parece tanto al PRI que no puede engañarnos, descubre que los ricos también lloran reacciona de inmediato buscando afanosamente el control de daños a costillas del erario. Pero cuando unos pobres muchachos entregados al conocimiento y la educación esperan la lana del Pronabe (que ya se parece al tristemente célebre Renave), los operadores gubernamentales fingen demencia.
A lo mejor la administración calderónica está ciscada y piensa que todos los estudiantes de excelencia y con altas calificaciones están en su contra y van a gritar cuando les depositen lo de las becas: ¡Espuria!
Ya, supérenlo, no la frieguen.
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