La escuelita de los adolescentes
Nuestros adolescentes mexicanos aprendieron en últimas fechas cosas trascendentales, como no decir la palabra “espurio”, en especial si acabas de recibir un premio. Las teorías de condicionamiento del ser humano, en especial las conductuales negativas (emisión de un acto negativo para obtener un acto positivo esperado) están de moda. Y los jóvenes, una vez más, son sus conejillos de indias.
Lo raro es que no han aprendido cosas de real envergadura, como cálculo diferencial e integral aplicado, apreciación de las bellas artes, historia de la literatura mexicana y universal, teoría económica moderna y otras materias que para su edad y en un país que se dice estar en vías de desarrollo, debería impartir en sus preparatorias públicas. Cosas así suceden todos los días: que la educación vale para pura fregadera, que decir “no” a tus representantes es cosa del diablo y que pensar más allá de lo existente es casi como lanzarse al abismo.
Si nuestra juventud habla, no debe ser reprendida ni mucho menos reprimida. Ellos no tienen la culpa de que en su país los adultos no sepamos dirigir nuestra nación como se debiera. Y si ellos tienen ideas buenas, habrá que escucharlos. Y si no saben emitir ideas propositivas, porque sólo saben decir críticas, habrá entonces que reformar la conducta social que ellos observan en nosotros para que puedan tener fundamentos sólidos que les ayuden a emitir juicios de valor positivos y constructivos.
Hasta que no se haga esto, los jóvenes seguirán teniendo la razón en hablar, porque se saben, instintivamente, poseedores de ese derecho. La adolescencia se hizo para eso. Estar en contra de la naturaleza, es incluso violar preceptos del Derecho Natural, el cual nos dice que hay ciertas prerrogativas inherentes a nuestra condición humana.
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