Tres largos siglos
2009-12-01
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
Fiel a su costumbre de autoengañarse, Felipe Calderón festejó su tercer año como inquilino de Los Pinos con un discurso que debió haberse ahorrado. No tiene nada que celebrar, aun cuando según él, como afirmó enfáticamente: “El país no se nos fue de las manos”.
Seguimos con vida los mexicanos, pero no gracias a él sino a pesar de su malhadada “administración”, cuyos saldos son absolutamente negativos en el ángulo que se quiera mirar. Por eso de nada habrán de servir los miles de millones de pesos que se gastará la Presidencia de la República en promocionar los “logros” de Calderón en los tres años que lleva como “jefe” del Ejecutivo. Los medios electrónicos, con el duopolio televisivo al frente, seguirán lucrando con dinero del erario que debería servir para mejores causas, recursos que se irán al caño porque la realidad tan dramática que están viviendo más de dos terceras partes de ciudadanos, no podrá ser recubierta ni edulcorada.
Si ahora no existe más el “día del Presidente” porque la ceremonia del Informe presidencial dejó de tener importancia, Calderón no quiso dejar de probar las mieles del endiosamiento y el autoelogio que los del PAN tanto criticaron al PRI cuando sólo eran un partido de oposición. En recuerdo de aquellos tiempos que no volverán, preparó un evento al mejor estilo del neoporfirismo en que fue convertido el sistema político mexicano, para tener “vigor renovado” en el lapso que le quede al frente del Ejecutivo. Seguramente al verse rodeado y aplaudido por los beneficiarios de su “gobierno” recuperó los ánimos perdidos por tan pésimos resultados de su gestión, que aun cuando se le oculten por sus subalternos llegan de cualquier modo a sus oídos, como sucedió en Torreón cuando escuchó la gran rechifla que seguirá siendo la mejor calificación a su mandato.
No deja de ser sintomático que mientras le aplaudían los líderes más corruptos del sindicalismo mexicano (con la extraña ausencia de Elba Esther Gordillo), a pocas cuadras de Palacio Nacional los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas eran apaleados por la Policía Federal, quienes mostraron una firme determinación de reprimirlos, con evidentes riesgos de que la violencia cobrara víctimas y con ello el problema con el SME adquiriera nuevas dimensiones. Y mientras esto sucedía afuera del recinto histórico, en el patio central Calderón seguía con su retahíla demagógica: “Yo pienso que mientras nos perdamos una y otra vez en debates estériles, en críticas sin propuestas serias, en prejuicios, en tabúes, otros países nos seguirán rebasando”.
Seguramente, “debate estéril” es todo aquello que va en contra de su particular forma de pensar, y toda crítica que le cala profundamente deja de ser seria. Si otras naciones, incluidas las latinoamericanas, nos están rebasando no es por culpa de nadie más que de él mismo, al haberse dedicado no a gobernar un país con más de 105 millones de habitantes, sino en favor de una oligarquía que lo tiene secuestrado, cosa que ya empieza a preocupar incluso a su propio partido, al darse cuenta sus principales dirigentes que como van las cosas no tienen futuro. Corren el riesgo de convertirse en la tercera fuerza en el 2012, si la izquierda logra avanzar unida en el tramo que falta, reto mayúsculo pero no imposible en la medida que “Los Chuchos” pierdan su sustento y se vean obligados a volver al redil.
Por lo pronto, Calderón no dejó pasar la oportunidad para prometer “cambios profundos”, que por supuesto, en caso de ponerlos en marcha, sólo obedecerían al imperativo de su compromiso con la oligarquía. No quita el dedo del renglón en lo tocante a privatizar lo que queda privatizable de PEMEX y de la energía eléctrica nacional. Sueña, según se vio, en hacer realidad acciones que sólo fortalecerían una dictadura de ultraderecha, como lograr que la Suprema Corte de Justicia de la Nación tenga facultades para promover iniciativas legislativas, y que el Congreso de la Unión se reestructure conforme a los intereses de la oligarquía. Y para que la burla fuera completa, prometió medidas para que “no quede ninguna sombra de duda” sobre la equidad de lo procesos electorales. De lo que no quedará duda, es de que otros tres años como los que acaban de pasar podrían parecer siglos interminables.
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