sábado, 21 de noviembre de 2009

Una sorprendente y estupenda resolución judicial

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Excélsior
2009-11-21

Manú Dornbierer

Satiricosas

En memoria de Bambi La agencia Notimex informa que se invalidó la venta del antiguo periódico Excélsior en 2006 y que los cooperativistas deberán entrar en posesión de sus bienes, pero inmediatamente se explica que puede haber apelación, amparo y demás del “Nuevo Excélsior”. En suma que el juicio es muy relativo y que el Grupo Angeles, los hoy presuntos dueños del periódico, Olegario Vázquez Raña y Marta Sahagún de Fox, son unos angelitos. Cosas que desesperan. El delito poderoso se comete rápido y sin que nadie intervenga, pero la reparación tiene que pasar por mil tamices para dar tiempo a los delincuentes a escapar aunque sea por la tangente. Y la justicia, la verdadera, rara vez se ejerce.

Es esa corrupción la que ha llevado a este país al caos. Y del rubro “corrupción”, el de la “impunidad” de los poderosos es el elemento creador de los problemas. Esta es la nota original:

Un juez federal invalidó la venta del periódico Excélsior al Grupo Empresarial Angeles (Aerogea) ocurrida en 2006 y determinó que la asamblea en la cual se acordó la transacción fue ilegal, por lo que ordenó la restitución de todos los bienes a los cooperativistas. El Juez 2 de Distrito en Materia Civil en el Distrito Federal, Refugio Ortega Marín, declaró la nulidad de la asamblea de la Sociedad Cooperativa de Responsabilidad Limitada celebrada el 23 de enero de 2006, en la que se acordó la venta del medio de comunicación al citado grupo empresarial. Por haberse presentado diversas irregularidades, el juez declaró “la nulidad absoluta del contrato privado de compra-venta, el 23 de enero de 2006”, mediante el cual Excélsior Compañía Editorial, Sociedad Cooperativa de Responsabilidad Limitada, vendió el diario a Aerogea, Sociedad Anónima de Capital Variable”. Apuntó que en consecuencia también “se declara la nulidad absoluta” del instrumento 87 mil 454, de esa misma fecha del protocolo del Notario Público número 50 del Distrito Federal, Joaquín Talavera Sánchez, que contiene la protocolización del contrato. En el expediente 88/2006 el juez también invalidó la designación de Armando Heredia Suárez y Francisco Javier De Anda Herrera como apoderados, delegados de la asamblea y liquidadores de los cooperativistas de Excélsior, llevada a cabo en la Asamblea General de Socios. Por dicha razón, el juez condenó a Heredia Suárez y De Anda Herrera a rendir cuentas a los cooperativistas, respecto de todos y cada uno de los actos jurídicos y contratos que hayan celebrado con base en las facultades que hubiesen ejercido en términos de dicho mandato, en un plazo de 20 días. Un grupo de cooperativistas demandó el procedimiento de venta del que fuera conocido como “El periódico de la vida nacional” por considerar que las asambleas de la cooperativa en las cuales se acordó la transacción con Grupo Aerogea fueron convocadas y desarrolladas sin apego a la legalidad. Entre otros resolutivos del juez federal se declaró la nulidad de la cesión de los derechos derivados de las marcas propiedad de la cooperativa a Grupo Angeles, acordados en la misma asamblea del 23 de enero de 2006. De igual manera, ordenó la restitución de los derechos derivados de las marcas propiedad de dicha cooperativa y de las Reservas de Derechos al Uso Exclusivo de Publicaciones Periódicas, propiedad de la cooperativa, que le fueron enajenados mediante los contratos de compra-venta celebrados en la asamblea que fue anulada.

A raíz de esta sorprendente y estupenda decisión judicial ha vuelto a renacer también la legendaria historia súper heroica de Julio Scherer y de sus colaboradores, los que se fueron con él y los que se quedaron. El director de Excélsior en 1976 fue expulsado de otra asamblea de la Cooperativa por órdenes de Luis Echeverría. Y el periódico cayó en manos de Regino Díaz Redondo, un reportero de deportes que había convertido en su mano derecha y lo traicionó. Es una historia que todo mundo conoce. Salvo la del Holocausto, no hay otra de la que se haya hablado más en México. Los jóvenes, que no la conocen pueden buscarla si les interesa en internet en un 2 por 3. Así que no dejemos que la historia de 1976 oculte la de 2006 que tratan ya de hacer olvidar “Los Angeles”, Olegario y Marta Sahagún, socios comerciales en pequeños negocios como Hospitales los Angeles, en donde parece tener intereses también Labastida, el candidato perdedor del PRI en el 2000 vs Vicente Fox, presidente de México 2000-2006, y hoteles Camino Real, entre otros. Recordemos el artículo de Miguel Angel Angel Granados Chapa, Los Olegarios se van de compras.

Es más tétrica, sangrienta e irresuelta la historia de Excélsior 2006 que la de Excélsior 1976. La historia a la que me refiero fue recogida por varias agencias y publicada con bastante discreción por diarios de otros países como el Clarín de Buenos Aires y el 18 de noviembre 2006, hace exactamente 3 años con el título “Es el tercer periodista muerto este mes en ese país” y a letra dice:

Asesinaron a puñaladas en México al ex director del diario Excélsior

El ex director de uno de los diarios más antiguos de México, el Excélsior, fue hallado muerto en su departamento del Distrito Federal, siete días después de publicar un libro crítico al gobierno, al empresariado y a personal del diario. A José Manuel Nava Sánchez, 53 años, director del diario entre 2002 y 2005 tras una larga carrera en ese medio, lo halló muerto el jueves a la mañana la empleada de limpieza. Tenía dos heridas de arma blanca en su cuello y tórax, informó luego la Procuraduría. Según la portavoz policial Patricia Espinosa, la muerte de Nava fue por homicidio, pero no dio otros detalles.

El clima político en México está agitado, con un grave conflicto social en Oaxaca, el rebrote guerrillero en Guerrero, el asesinato de tres periodistas y una antesala complicada para la asunción del próximo presidente, Felipe Calderón, que la oposición promete resistir por sus denuncias de fraude en las recientes elecciones. Ayer, el actor Gael García Bernal dijo al diario La Jornada: “Este país es un desmadre”.

Nava trabajó en el Excélsior por 30 años y fue corresponsal en Washington antes de ser director. Dejó el diario en 2005 y hace una semana había publicado un libro (Excélsior, el asalto final) en el cual culpaba al gobierno, a empleados del diario y a empresarios por la caída del diario, que funcionaba como cooperativa. Octavio Colmenares, de la editorial Libro para Todos, dijo que el libro “desenmascara a individuos que en la vida diaria parecían ser muy honestos y buenos y en verdad eran terribles”. Pero agregó que no había razón para sospechar que la muerte tuviera relación con el libro y que ni él ni Nava habían recibido amenazas.Este mes ya mataron a Misael Tamayo Hernández, periodista de Zihuatanejo que publicó notas sobre el crimen organizado y la corrupción oficial, y a un reportero estadounidense de Indymedia que cubría el paro en Oaxaca.” (Extracto).

En México circularon versiones terribles del “ajusticiamiento” de Juan Manuel Nava y finalmente la investigación cayó como miles de otras el olvido. Sólo quedó en la memoria popular la idea de que lo asesinaron salvajemente 8 días después de haber presentado su libro: “El ASALTO FINAL A EXCELSIOR” en cuya presentación habló de los múltiples buitres que quisieron engullirse al periódico sin tener los recursos. De esa alocución extraigo esta apabullante acusación póstuma:

“Uno que sí contaba con los recursos económicos y con la infraestructura para adquirir Excélsior y con él todas sus valiosísimas propiedades. Ese es el que, en la portada de Jacqueline Juárez, está representado como el buitre que logra dar el “picotazo mortal”, el que aniquila al Búho en una operación claramente orquestada y facilitada desde los más altos niveles del gobierno federal.

El gobierno tenía una estrategia despiadada y bien definida. Se trataba de dejar que Excélsior se consumiera solo en agonía. Todo tenía que parecer el resultado natural de un deterioro constante producto de las intrigas y pleitos internos y de sus enormes pasivos fiscales y de su inhabilidad, propiciada en gran parte por el propio gobierno, para hacer frente a sus gastos más elementales como la compra de papel, tintas y otros insumos fundamentales para la producción del diario y, a veces, cuando se podía, pagar una mísera “ayuda de nómina”, como se le llamaba, a socios y trabajadores de apenas 700 pesos semanales. Eso, claro, cuando se podía… y muchas, muchas veces ni eso se podía. Al final, la muerte del Excélsior clásico fue efectivamente producto de sus conflictos e intrigas internas, pero con mucha ayuda del exterior.

A mí, como director, me parecía extremadamente sospechoso que por más que trabajáramos con el gobierno para llegar a acuerdos que abordaran la problemática de fondo de la empresa, nunca, jamás, se pudo aterrizar uno solo de esos acuerdos, aunque fuera el más pequeño de ellos. Siempre, invariablemente, surgía un obstáculo de último minuto que echaba todo abajo. Una revuelta interna de quienes se empeñaron en destruir a la cooperativa, una extraña complicación técnica, incumplimientos de los miembros del Consejo de Administración, siempre nos fue imposible entablar una negociación seria y fructífera con el gobierno federal.

La problemática del periódico era complejísima. Aparte de nuestros pasivos laborales, que ascendían a más de 150 millones de pesos, teníamos pasivos fiscales con la Secretaría de Hacienda que excedían los 3,000 millones de pesos; pasivos con el Seguro Social que también excedían los 50 millones de pesos, pasivos con el Infonavit que se acercaban a los 10 millones. Es decir, una deuda tan sólo con el gobierno federal, que excedía el valor total de la empresa. La reacción de los funcionarios con los que abordamos esta problemática tan compleja, como de urgente solución, era por decirlo en términos blandos, de indiferencia, displicente, sin ninguna voluntad real de tenderle la mano a una empresa de interés social.

Qué diferente fue su reacción, su colaboración, cuando la Sociedad Cooperativa de Responsabilidad Limitada se convirtió en Sociedad Anónima. Ya en manos del gran capital, los pasivos fiscales parecieron evaporarse como por arte de magia en su enorme mayoría. Al Seguro Social se le pagó una fracción de lo que se le debía en realidad y en cuestión de menos de dos semanas, la problemática que durante años nos atormentó y para el gobierno había sido irresoluble, pasmosamente se resolvió. El propio secretario de Hacienda lo dijo en una ocasión. “De Excélsior ni me hablen, ese problema no tiene solución”. Pero era irresoluble tratándose de nosotros, los trabajadores de una empresa de interés social. Para nosotros, las puertas del gobierno federal estaban cerradas a piedra y lodo. Para el gran capital, les fueron abiertas de par en par y con alfombra roja.

Las condiciones en que se da la transferencia de la propiedad de Excélsior al Grupo Empresa, propietaria del Grupo Imagen, el que absorbió Excélsior, evidencian una cercanía cuando menos inusual, nebulosa, opaca, con la llamada pareja presidencial. Este tipo de operaciones simple y sencillamente no prosperan sin la bendición de la Presidencia de la República. La operación, por cierto, ha sido ya denunciada en tribunales por un grupo de cooperativistas convencidos de que fuimos víctimas de venta fraudulenta”.

P.D. Publiqué 11 años en Novedades y en Excélsior otros 11 años en dos etapas. La primera entre 1984 y 1991 cuando la dirección Díaz Redondo-Barrenechea, le ofrendó en junio de ese año mi cabeza a Carlos y a Raúl Salinas de Gortari. Me atreví y se atrevieron a publicar que los Salinas hacían negocios y querían quedarse con el Hipódromo de las Américas concesionado a su padrino Justo Fernández. Suficiente para que me amenazara en el diario de perseguirme por calumnia el propio Procurador de Justicia de la Nación, Ignacio Morales Lechuga. Tuve algunas invitaciones a otras tribunas. Una a La Jornada del entonces director, Carlos Payán, curiosamente amigo de Salinas. Pero lo que yo quería era protestar contra él y no escribir artículos mientras Salinas estuviera en el poder. El Financiero me rescató a fin de 1994, año trágico en que un periodista no se podía negar a escribir. Con la buena dirección de Rogelio Cárdenas y Ramos Esquivel estuve tranquila durante 5 años, hasta que apareció la mano de Salinas, en la persona del censor Luis Acevedo. Y me fui. En 2001, otro director estimable, Armando Sepúlveda, en el ya paupérrimo Excélsior, me invitó a “combatir”. Lo hice con entusiasmo hasta 2004, con compañeros como Fausto Fernández Ponce. Decía Alazraki que nos “posicionábamos en buen lugar”. Pero éramos nacionalistas, antiimperialistas, no del gusto de Foxcola y del PAN. La Cooperativa impuso al malogrado Nava y me fui al Monitor de Gutiérrez Vivó, otro enemigo de Marta Sahagún, que no descansó hasta que Calderón lo destruyó. Tango de las causas perdidas mi largo tránsito por los “periódicos nacionales”… de mi ciudad. Por fortuna hay grandes periódicos en ciudades más generosas y por lo menos abrí caminos.

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