Ciudad Perdida
El arte de amarrar navajas
Un acuerdo no escrito
Miguel Ángel Velázquez
Más que la terrible situación de pobreza, de violencia o de impunidad cobijada por la justicia”, el debate nacional se vuelve a centrar en las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador para llegar a la Presidencia de la República en 2012, y desde luego en el tema recurrente del rompimiento –que les urge– entre éste y el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard.
Nada hay más importante. Tal vez ningún tema pueda ser digno de un comentario creíble, capaz de llamar la atención de la gente como el rompimiento de esos dos que de todas maneras representan a la izquierda del país.
Y es que, a la luz de los hechos, una entrevista con Calderón ya no tiene trascendencia –cae necesariamente en el archivo de la demagogia–, la corrupción en la Comisión Federal de Electricidad no es más que otro episodio de la vida nacional bajo regímenes panistas, y la miseria, en peligroso aumento, supone el equilibrio necesario para que México figure, orgullosamente, en las páginas de Forbes, donde se consignan los éxitos. Es decir, nada que nos conmueva.
Visto de esa manera, ni hablar: lo más interesante resulta tratar de amarrar navajas entre AMLO y MEC, con las ideas, dos, de condicionar la vida política futura de los personajes, es decir, si no se embarran de la porquería que dicta el mercado de la competencia por el poder, no son dignos de la contienda.
Así, a López Obrador se le reclama y se le exige correr por el camino de los acuerdos sucios, negarse a ellos es soberbia. A Marcelo Ebrard se le advierte que la traición es el único pase de abordar para el viaje al poder. Salir del esquema de la corrupción, viajar con la bandera de la lealtad en alto, cumplir con las tareas que la conciencia y la circunstancia exigen, aunque eso signifique trabajar por y para los necesitados, es un escollo insalvable si se quiere ir en pos de la Presidencia de la República, en la contienda que ya se inició.
A decir verdad, lo que se quiere no es precisamente lograr el rompimiento. Más bien se trata de quitar del camino a dos contendientes que, pese a los dichos y las encuestas, darán la pelea en 2012. Lo que se pretende es que vayan separados para restarles fuerza. Lo peor para quienes no los quieren en el camino sería verlos unidos, sumando esfuerzos para cambiar el rumbo torcido del país.
Ahora han encontrado en Marcelo Ebrard, según nos cuentan, el eslabón más débil. La estrategia es, por decirlo de algún modo, pueril. Se trata de alentar mediante encuestas, siempre de dudosa procedencia, las posibilidades de Ebrard, y de señalar que esas posibilidades serían mucho más importantes si de una vez se separa de López Obrador. Decir que el jefe de Gobierno pertenece a la izquierda moderna, que forma parte de los que sí son capaces de lograr acuerdos, es una de las formas de endulzarle el oído. Incluso hay quien asegura que es susceptible a esas trampas.
Lo que nadie quiere recordar es que entre López Obrador y Marcelo Ebrard existe un acuerdo no escrito que resuelve muchos de los conflictos que alienta la derecha, y es que los dos se someterán, en su momento, a las posibilidades que les confiera la gente. Quien esté en segundo lugar se sumará al primero para llevar a un candidato de la izquierda al poder en México.
Eso es, sin duda, el mejor camino para lograr el cambio en serio, aunque existan quienes aúllen en contrario.
De pasadita
Luis Eduardo Zuno Chavira, uno de los cómplices del delincuente Carlos Ahumada Kurtz, a propuesta del subsecretario de Gobierno, Juan José García Ochoa, fue contratado por el Gobierno del Distrito Federal como notario para que diera fe de la legalidad de muchos de los actos de desalojo que realiza la administración capitalina, porque, según el funcionario, Zuno tiene un expediente limpio. De seguir así las cosas no sería extraño, si la reelección existiera en el país, que el servidor público propusiera a Carlos Salinas para un nuevo periodo en la Presidencia. Total, Salinas también tiene un expediente “limpio”.
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